ACTO V: Arco "Criaturas" Parte II

  La infectada producía sonidos como de perro rabioso, se nos quedaba mirando con sus ojos de un lado a otro. Respirando con inquietud, exahalando vapor con descontrol. Los faroles del Jeep, iluminaban su rostro, con la piel gastada y rasgada llenas de heridas. La sangre brotaba por todo sitio, y sus huesos parecían querer salirse de su piel. Entre sus dientes pútridos se podían ver restos de carne y sangre, todo nauseabundo. Noté de inmediato en la locura en qué se envolvía el padre de Sara, su rostro se empañaba en desesperación, y adrenalina. Sus ojos parecían querer salirse de sus cavidades, llenos de miedo.

De pronto la tensión fue tanta, que el padre de Sara sin pensarlo, aceleró el Jeep en nuestra dirección. En el mismo instante, la infectada lanzó un tremendo grito de dolor.

Mi padre me miró con desesperación.

—¡¡¡Corre!!! —Gritó mi padre, mientras corrió para evadir el jeep.

Mi cerebro se congeló, no pude actuar hasta que no pasó un pequeño lapso de tiempo, en que sin pensarlo empecé a correr por todos lados. El padre de Sara se estrelló contra nuestro auto. Divisé por lo pronto, la situacion.

Escuché unos gritos. La infectada estaba detrás de mí padre persiguiéndolo, caminando de una forma grotesca y antinatural; ella corría sobre sus dos manos, y en sus dos pies como si de un perro o algún otro animal Cuadrúpedo se tratara. A simple vista se podían ver sus huesos rotos y su agonía interminable. observé con cautela y con los nervios disparados. Mi padre, corría desesperado hacia adelante mientras que el padre de Sara, con cara de demente, salió del Jeep imbuido en locura salvaje; fué y buscó un arma rupestre en el maletero; una escopeta M40.

—Maldita, Maldita, Maldita, Maldita, Maldita. —Decía con locura, mientras caminaba con desesperación hacia donde estaba. —No me vas a matar, te mataré yo. Hija del demonio.

La voz del padre de Sara se hacía más y más ronca, mientras Sara yacía inconsciente en el Jeep. No supe qué hacer, no supe dónde ir; no ideé en el momento algo, para acudir a su ayuda.

Mi mente empezaba a reconocer la emergencia del asunto. El padre de Sara iba tras la infectada. Decidí entonces ir al Jeep a por Sara, sin dejar de mirar con angustia a mi padre.

Cuando estaba lo suficientemente cerca del Jeep, noté qué Sara estaba muy mal herida ─Según mi criterio─. La parte del cristal de Sara, estaba pintada con su sangre. Cuando la observé con determinación, no puede impedirme recordar la nauseabunda escena calcada en mi mente.

Llamé al padre de Sara para qué me ayudara, pero solo escuché el "Crack" de la escopeta, preparandose para disparar.

—¡Señor! ¡Su hija! —Decía, mientras él perdía la cordura.

Hizo caso omiso. Su rostro siguió llenándose de rabia y sus ojos, casi "disparados" evidenciaba su estado mental.

No sabía qué hacer, nunca supe algo de primeros auxilios. Traté de levantarla, pero temí hacerla sufrir más.

—¡Por Dios! ¡¿Qué hago?! ¿Que hago?—Mientras, mis manos estaban sobre mi cabeza y me llenaba de frustración.

De pronto, se escucharon varios disparos y de inmediato el ambiente se llenó de olor a explosivo. Miré rápidamente al lugar de su procedencia. El padre de Sara había disparado a la infectada, por lo que la persecución había llegado a su final. Corrí rápidamente hacia dónde ellos, con la esperanza de qué pudieran ayudar a Sara.

—¡Papá! ¿Estás bien?!  —Gritaba.

—... Sí. —con voz agitada y exhalando por el cansancio.

Miré el rostro del padre de Sara y ligeramente se escuchaba salir de su boca:

—Muere..muere...muere, MALDITA PERRA. —Mientras pateaba la cabeza de la infectada.

Mi padre con cara de perturbado me abrazó y dijo:

—Muchas Gracias señor, le agradezco mucho. —Mientras el señor seguía pateando la cabeza de la infectada, e intensificandose cada vez más.

—¡Papá! ¡Papá! Ayudemos a la hija de señor, está mal herida. Está dentro del jeep. —Le dije.

El señor no cambiaba su cara, no se veía en su rostro interés en ayudar a su hija, solo se frustraba contra del cuerpo ya fallecido de la infectada. Decidimos ir nosotros; teníamos qué actuar pronto o ella podía morir.

La realidad nos daba entender que nuestro destino era el sufrir sobre esta tierra, encarnar las peores emociones qué un humano pudiese sufrir, sentir el verdadero miedo, y la angustia recorrer tu piel, como la sangre misma. Como si el destino quisiera darnos una lección por algún hecho del pasado; de los edificios, empezaron a salir más y más infectados, salían niños, niñas adolescentes mujeres, hombres. Eran muchos, no los podía contar.

—¡No! ¡No! ¡No! ¡No!  —con desesperación decía mi padre,mientras sudaba frío.

Mi temperatura corporal empezaba a descender drasticamente. La situación era grave pero, mi mente no sabía como actuar ante ella.

—¡Sebas! Tenemos qué buscar a la chica, no podemos quedarnos más tiempo acá... ¡Rápido vamos!  —Dijo mi padre, mientras ibamos por Sara.

Caminaba sin tomar en serio la situación que se hacía. Caminaba lento y observaba, en medio de mi confusión. Ví a mi padre qué abría la puerta del Jeep, mientras mi vista se nublaba.

Los infectados siguieron apareciendo entre los edificios

Mi padre me golpeó fuerte en la cabeza. De inmediato salí del trance.

—¡Sebas, no pierdas el siempo! ¡Vámonos! ¡La tengo!

Mi padre había puesto un trapo en la herida de Sara. La herida de Sara nacía en alguna parte de la cabeza. Se la colgó en el hombro derecho. De la nariz de Sara, emanaba tímidamente un goteo de sangre que caía sobre la camisa de mi padre.

El padre de Sara había entrado en una lucura aún más que extrema.

—¡Vengan malditos! ¡Vengan prueben mi escopeta malditos! ¡Acabaré con todos!

Mi padre le gritaba:

—¡Señor! ¡Larguémonos de aquí! Vamos, no podemos quedarnos aquí. Rápido.

El señor estaba en su propio mundo, ni nos miraba. Me percaté de que mi padre miraba tristemente a Sara. Mi padre lo haló por su hombro, respondiendo él con un disparo al suelo, que casi impactó el pie de mi padre.