ACTO VIII Arco "Criaturas" Parte V Final

Un silencio incómodo se interpuso entre nosotros, mientras Sara volvía a preguntar.

—¿Qué pasó? ¿Porque esas caras?

Mi padre no lo pensó y fue directamente hacia ella. Sus manos llegaron hasta sus hombros. Sara se mostraba confundida. Mi padre observándola a los ojos le dijo:

—Tu padre está muerto. Parece, que no recuerdas cuando él enloqueció. El tomó su escopeta y decidió ir en contra de los infectados, y ellos lo asesinaron... le llamé, pero no me hizo caso... lo siento, otra pérdida más—Dijo mirándola fijamente a sus ojos.

Sara se confundía, parecía no entender muy bien lo que le decía mi padre.

—¿Es una broma?

—Me temo que no

Giré mi rostro hacia otro lado, no quería observar a Sara llorando.

Sara empezaba a llorar, sus llanos se cortaban por momentos. El ambiente era triste y doloroso, pero en medio de sus llantos se empezaban a escuchar risas, que elevaban su tono cada vez más, más y más. Giré mi rostro hacia ella, y observé que estaba excitada, produciendo una risa tan retorcida y foránea. Me confundí, no entendía porque reía, la observaba sin pestañear, dentro de mí había inquietud, me sentía extraño al contemplarla riendo de manera burlezca al saber el destino de su padre.

—Pero ¿qué? Estás loca! ¡tu padre acaba de morir! ¡porque ríes!¿no lo querías?— dije confundido, mientras observa su sonrisa inquietante.

Su rostro denotaba una felicidad tétrica, parecía totalmente loca, sus ojos miraban al cielo mientras que su cuerpo se retorcía en carcajadas. Su felicidad se hacía mostrar en sus expresiones de gran placer que sentía, pero más allá sus ojos decían "Por fin".

—¡¡Murió!! ¡¡Murió!! ¡¡Por fin murió el desgraciado, maldito hijueputa!!— Dijo llena de felicidad, observandonos.

—¿Y esas cara chicos? —dijo aún riendo ligeramente.

—S.. Sara... ¿Tu padre...? —dije ante la situación confusa.

— Mi, padre ¡¡No fue más que un maldito abusador!! Ustedes no saben el calvario y la agonía de solo su existencia me provocaba ¡¡¡El maldito... abusaba de mí!!! —Me mostraba totalmente anonadado por esa desgracia qué contaba—.  Aquellas noches que llegaba a casa ebrio, drogado, alocado por la asquerosa vida que llevaba, tomaba del cuello a mi madre y a mí y nos obligaba con su escopeta a realizar asquerosidades. Rogaba en aquellas noches en la que acudía a uno de esos malditos negocios qué tanto prosperan entre los ignorantes. Le pedía a Jehová, a Buda, a Seth, a quien sea, que no llegara a casa y que encontrara un pésimo destino en el camino.  Pero el diablo cuida de sus secuaces. En una ocasión, mi desesperación fue tanta, que lo esperé escondida en la cocina con un gran cuchillo entre mis manos, y cuando llegó... intenté con desesperación atravesarlo con el cuchillo, pero todo fue en vano.  El maldito había llegado junto a uno de sus amigos, y entre los dos me tomaron y me lanzaron hacia un lado, provocándome una herida en el estómago, que casi termina con mi vida. —Sara levantó lentamente sus harapos que cubrían su abdomen, y ahí estaba una enorme cicatriz, tan fea como ninguna otra.

Estaba demasiado asombrado. No sabía qué decirle, no sabía qué hacer.

—¡¡Y porque no lo dijiste desde el inicio!! ¡¡Odio a los tipos así!! ¡¿por qué no nos dijiste eso Sara?! ¡Yo mismo lo hubiese matado! Ese tipo, nunca me cayó bien. —Dijo mi padre, mientras estaba algo inquieto, apretando su puño.

—Él nos amenazó con abandonarnos a nuestra suerte, nos prohibió mencionar algo de lo sucedido. Dijo que quería "Cambiar de rumbo" qué íbamos a olvidar todo eso. Qué íbamos a cambiar de casa, porque la guerra amenazaba a nuestra ciudad. Qué iluso era, quería cambiar las cosas en un instante, dándole poca importancia a esos años que sufrí, qué sufrimos mi madre y yo. Mi hermano siempre nos vió de lejos, el sabía lo que pasábamos, pero, no podía hacer más que tratar de motivar a nuestro asqueroso padre dejar de matar nuestra humanidad, mi inocencia.  Recuerdo, cuando empezábamos a recoger todo lo necesario y abandonamos nuestra ciudad, el caos ya había comenzado. En el camino, nos hablaba de una forma diferente.  No sé qué trataba de hacer el imbécil, las luces de los cohetes se reflejaban por todos lados. Vivimos en una falsedad durante los siguientes años en un pequeño pueblo pesquero. Abandonamos todo el sitio luego de que varios habitantes se habían convertidos en infectados.

»Huímos. Pero cuando creímos que ya nada nos ocurriría,  el ejército nos interceptó y nos trasladó a la base. Durante muchos años creyó que olvidaría todo lo que ocurrió en el pasado. ¡Maldito! Pudo lavarle el cerebro a mi madre.  —Dijo, mientras qué de sus ojos empezaron a brotar lágrimas y procedía a sentarse en el suelo.

No me lo había imaginado, ya sabía qué el señor estaba muy lejos de ser normal; pero llegar a esos extremos nunca me lo había imaginado. La incoherencia de ese amor provoca estás historia que marcan a las personas de por vida, si solo eso fuera amor. Eso me hizo reflexionar, en verdad existen personas que le hacen daño a sus semejantes, personas que no le importa si quiera, la humanidad de una persona, con tal de complacer sus más retorcidos pensamientos, tan podridos como un cadáver, tan asqueroso como el excremento, tan ácido y horrido, qué le llena de cólera a cualquiera con la más mínima pizca de humanidad.

Mi egoísmos, hizo todo lo posible para impedir que siquiera la motivara.

Mi padre en medio de la situación melancólica, ligada con una extraña felicidad y placer, dirigió sus palabra a Sara.

—Sara... ven, levántate. —Mi padre la tomó de la mano y la levantó.

—Tu padre está muerto, ya acabó el sufrimiento para tí y tu madre, ahora es tiempo de que lo olvides. Ya un muerto no tiene porque afectar tu estado ahora. lo más seguro es que ya esté recibiendo su merecido.

—Gracias, señor Esteban. le agradezco.

Mi padre me miró y dijo:

—Sebas, vamos sube al Jeep, no podemos seguir aquí. Es muy peligroso, estamos en un sitio muy visible, regresemos.