Día 452.

Tengo miedo.

Me ha dejado a oscuras en este lugar y tengo miedo.

Siempre viví en las sombras y no lo digo metafóricamente.

Los gritos de en mí cabeza se detuvieron. Milton se apiadó de mí y me ha soltado.

También me ha traído mi cuaderno y mi lapicero. Ahora entiendo porqué es mi favorito, me trae hermosos recuerdos.

Tal vez mi subconsciente aún guardaba mis recuerdos para sacarlos en un momento dado.

Ahora sé, que este es el momento.

Ahora recuerdo todo con claridad.

Mi nombre es...
 

...

 

El Gobernador abrió la puerta, luego encendió la luz y Sarah se sobresaltó. Guardó su cuaderno detrás como queriendo protegerlo de él.

Sus golpes se tornaron a un color morado verdusco. Su corazón se agitaba con fuerza y jadeaba con rapidez.

- Entonces -dijo mientras se ponía de cuclillas frente a ella-, ¿cómo te has liberado? O mejor dicho: ¿quién te desató?

Ella no respondió y se limitó a mirarlo fijamente con desprecio.

- ¿No vas a responder? Bien -la abofeteó. Sarah cubrió su rostro con el cabello y puso una mano sobre su mejilla-. Ahora, responde por favor.

- Nadie -dijo en voz muy baja.

- No te escuché, ¿qué dijiste? -ella volvió a responder un poco más fuerte. El Gobernador sujetó su barbilla obligándola a verlo a los ojos-. Mírame cuando te hable -dijo con rudeza.

- Nadie -dijo entre dientes-. Las ataduras no estaban tan fuertes.

- Ya veo. En dado caso debo hacer el nudo más fuerte.

Se puso en pie y caminó en círculos alrededor de ella despacio. Ella lo siguió con la mirada. Por fuera era de acero, pero por dentro se estaba muriendo. El Gobernador tomó la cuerda que colgaba de la silla de madera. Comenzó a caminar enfrente de ella. Sujetó sus hombros y la hizo levantar para luego sentarla en la silla de nuevo. Tomó su mano y comenzó atarla de nuevo.

- ¿Sabes? -dijo en un tono un poco agudo-. A veces soy un hombre un poco difícil, pero puedo llegar a ser amable dependiendo de la actitud de la otra persona -relamió sus labios mientras rozaba sus dedos sobre la piel, ahora morada, de las mejillas de Sarah.

Ella siguió con la mirada sus manos y luego miró sus ojos azules con desprecio. En ese momento le escupió en la cara como si fuera algo peor que basura.

- Ni aunque fueras el último vaso con agua... -dijo hasta que él abofeteó su otra mejilla dejándola roja.

- ¿Por qué me obligas hacerlo, Sarah? -hizo una breve pausa-. Yo soy un hombre diplomático y lo único que busco es paz, pero tú me obligas a sacar lo peor de mí.

A Sarah se le salían los ojos por la furia que sentía. El calor se extendía por su cuerpo con rapidez. El fuego era evidente en sus ojos marrones.

- ¿Por qué lo hiciste? -sus ojos se oscurecieron. Ella no sabía de qué hablaba-. ¿Fuiste a ver a tus amigos de la prisión?

- ¿Qué? -frunció el ceño con confusión.

- Espero que entiendas que ellos son una amenaza. Yo tengo que proteger a mi gente.

- ¿A qué te refieres? -él se levantó en silencio y se dirigió a la salida. Se detuvo en la entrada y dijo:

- Por cierto, ¿cómo está el hermano no muerto de Merle?

- ¿Qué? -ella abrió los ojos como platos.

- Daryl Dixon, ¿no?

Finalmente dijo y cerró la puerta detrás de él, dejando a Sarah con las palabras en la punta de su lengua sin darle tiempo de pronunciarlas.







 

"Mi nombre es Sarah Williams."


 

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