Septiembre-2022

Todo estaba bien.
Demasiado bien.
Tanto, que parecía imposible que algo lo destruyera.

Pero el mundo no siempre soporta lo que no entiende.
Y nuestras familias…
esas voces que deberían protegernos,
se convirtieron en paredes que intentaban separarnos.

Se oponían.
No a ti.
No a mí.
Sino a lo que éramos juntos.

No soportaron el peso de un amor tan joven,
pero tan real.
Por primera vez, notaron algo en mí…
no algo bonito.
Sino algo que, según ellos, debía ser corregido.

Querían arrancarte de mi vida como si fueras una mala decisión.
Como si amar a alguien con todo el corazón
fuera un crimen que debía pagar con silencio.

Pero yo no quería perderte.
Luchaba.
Con palabras que no bastaban,
con lágrimas que nadie comprendía,
con la esperanza de que el amor bastara…
aunque no siempre basta.

Y entonces lo dijiste.
Con esa voz que tantas veces me calmó:
"Te esperé, porque aún no es el momento."

Y luego, lo que más dolió… y más sanó al mismo tiempo:
"Te amaré. Recuérdalo."

Fue como cerrar un libro sin terminar,
pero guardar el separador en la última página que leímos juntos.
Una promesa,
no de regreso inmediato,
sino de no olvido.

A veces, el amor no muere.
Solo se esconde donde no lo puedan destruir.
Y yo...
yo aprendí a vivir con esa ausencia que seguía teniendo tu nombre.