Capítulo Diez

NOMBRE
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; nadie lo había notado antes.

O nadie lo había mencionado.

En toda mi vida jamás alguien hizo esa pequeña referencia a mi nombre. No era algo que importara, claro, pero aún así logró captar mi atención.

—¿Sabes de astronomía? —le pregunté, tratando de satisfacer al lado curioso de mi mente.

Ella se encogió de hombros— En realidad es mi padre. Trabaja en eso. Yo solo lo escucho cuando esta estudiando sobre alguna estrella o alguna constelación en concreto.

—Por supuesto.

Metí la mano en el bolsillo de mi pantalón de vestir y seguí caminando en silencio hasta llegar al salón de Pociones.

—No hablas mucho —dijo la voz chillona tras de mí.

—No.

—Tampoco pareces relacionarte mucho.

—No.

—¿Tienes amigos?

Pansy y Blaise... ¿eran mis amigos?

—Creo.

—No. No puedes solo creerlo. La respuesta es si o no.

—Entonces no.

—Ya veo... eres el típico chico solitario y misterioso, ¿no es así? ¿Por eso los demás te temen?

Ella no se callaba. Por qué no se callaba.

—Supongo.

Dejé mi libro sobre el mesón y caí sobre mi silla. Miré a mi alrededor con tal de no perder la paciencia con ella allí, pero no lo logré.

Cuando la miré, estaba abriendo su bolso para sacar el libro de la clase. Su cabello hoy tenía pequeñas ondas en las puntas y sus mejillas estaban mucho más rojas que la primera ve que la vi.

Sus labios seguían siendo del tono de un durazno.

—¿No te molesta que me siente junto a ti verdad?

Iba a rechistar. No lo hice.

Ella tomó asiento tan rápido como hizo la pregunta.

La clase se desarrolló y me pasé una hora escuchándola hablar, hablar y hablar.

No se detuvo.

No me molestó. Su voz no era tan irritante como la de las demás personas.

Cuando la clase acabó ella tomó sus cosas.

Estuve a punto de irme, hasta que lo recordé.

—No me has dicho tu nombre —le dije.

Ella sonrió— Bueno, chico del tren, tú mismo podrías averiguarlo.

Maldición.