Número Ocho.

Tengo mucho miedo, ya no sé cómo reaccionar ante esto. Estas voces me matan poco a poco, mi mundo se ha tornado gris gracias a ellas. Me controlan la mayor parte del tiempo, hacen que asesina a personas inocentes; ¡éso no me gusta!, ¡para nada!. Todo lo que ocurre me atormenta a cada segundo, y las personas me asustan demasiado: no las entiendo, no entiendo su forma de hablar ni de actuar. Ya no sé qué más hacer. He estado esperando, encerrado en mi cuarto, alguna que otra respuesta... ¡Y nada!, ¡absolutamente nada!. Siento que una manada de personas, de seres inexplicables, retumba de manera agresiva dentro de mi cabeza. Mi mundo se derrumba de manera rápida, mis brazos sangran sin parar y mi vida se acaba a cada segundo. Esta es una secuencia que pasa solamente en un par de minutos, que podría arruinar fácilmente la vida de una persona y matarla como una rata de laboratorio. Tengo mucho miedo porque no encuentro en mis manos algún recurso de ayuda: amigos, familiares, compañeros... Y aquello me da una desventaja ya que quiero mejorar, pero mis voces dicen siempre que no, que no tendré posibilidad de salvarme porque ha sido demasiado tarde. No quiero volver a asesinar, todas aquellas personas tiradas en el suelo, ensangrentadas, no merecen la muerte ni mucho menos el dolor de ésos compañeros que no pudieron salvarlos ante mis homicidios. Lamento haber matado a todas ésas personas, mis impulsos son los que me dominan... Me asusta mucho, porque aquello significa que también podría matarme a mí mismo. Lo que menos quiero es suicidarme antes de declararme culpable, por ésa razón trato de controlar mis mayores impulsos de asesinato que llevo dentro mío. Aunque... Si lo pensamos bien, creo que a veces se siente bien matar a un ser con vida: nos ayuda a desahogarnos, o por lo menos a homicidas como yo. ¡No, no, no!. ¡Joder!. Mis impulsos... Ésos hijos de puta están tratando de que cambie de opinión, ¡y no lo haré!. Es por mi bien, por mi completo bien. Siento que ellos ya se están apoderando de mí.