Capítulo IV

Amor le pasó una toallita húmeda para que ella pudiera quitarse el maquillaje corrido. Riley aceptó con una pequeña sonrisa y cuando la pasó suavemente por sus mejillas le dio a amor un asentimiento con la cabeza.

— ¿Qué vas a hacer?

— Tú sólo relájate y sigue trabajando. Yo me encargo de todo.

Riley asintió y Amor dejó el baño. Cuando se disponía a subir las escaleras para comer con Jordan vio a Henri atendiendo una mesa. Tenía el cabello con rizos rubios y ojos oscuros. Amor esperó que terminara con su mesa para hablarle.

— Hey —le dijo cuándo Henri pasó por su lado. Él se detuvo y la miró confundido.

— ¿Me hablas a mí? —preguntó.

— Claro. Mira, tengo que ser rápida, pero también tengo que decirte algo y necesito que me escuches, ¿sí?

— Eh... ¿claro?

— Bien. Sabes, hace rato nos serviste una pizza a mi amigo y a mi allá arriba y una chica te acompañó —la mirada de duda cambió, ahora a una de desconfianza—. No me mires así, sólo quiero ayudar. El punto es que sé cómo la miras, y por favor, se nota que ella te gusta.

Henri se sonrojó y comenzó a darse la vuelta para alejarse de Amor.

— Por favor, sólo necesito que te quedes hasta el último turno ayudando y prometo que las cosas saldrán bien.

— Estás loca.

Amor rodó los ojos.

— Sólo quiero ayudar... —la expresión que antes había sido de desconfianza, volvía a estar llena de duda, Amor sólo quería zarandearlo y hacerlo entrar en razón.

— Yo... espero que no te equivoques —replicó, aún más sonrojado que antes.

— Traeré una caja de panecillos para ustedes antes de que finalicen sus turnos.

— ¿Perfecto?

— Perfecto —le respondió Amor, con una sonrisa triunfal en el rostro.

La rubia subió rápidamente las escaleras y con una carrerilla volvió a su lugar, frente a su acompañante.

— Lamento la tardanza, Jordan. En serio —fue lo primero que dijo al volver a la mesa.

— Sabes, entiendo que cuando una chica está interesada nos hace esperar quince minutos, o veinte, o quizás una hora —una sonrisa se asomó—. Y algunas lo hacen a propósito y sinceramente no entiendo por qué. Pero estoy convencido de que lo tuyo no fue a propósito, ¿me equivoco?

Amor se sonrojó violentamente.

— ¿Dices que estoy interesada en ti?

Jordan sonrió. Amor no podía negar que había algo en él que le resultaba interesante, además de las chispas que habían saltado el día que se conocieron. Pero no le conocía.

— Digo que me interesas. Pero aún no has respondido mi pregunta inicial.

— No puedo interesarte; no me conoces —discutió ella.

— Ese es el punto, Amor. No te conozco, pero me interesa hacerlo. Quiero saber de ti y que tú sepas de mí, pero ¿sabes qué?, me interesa también que pruebes la pizza mientras aún sigue tibia para que no se pierda la magia.

— Claro, eso también me interesa —Amor vio la sonrisa pícara de Jordan y se apresuró a corregirse—. Hablo de la pizza.

Él reía mientras tomaba el plato de Amor y cortaba una rebanada de pizza para ella, Jordan hizo lo mismo para él y cuando los dos tuvieron sus platos con rebanadas de pizza frente a ellos, él volvió a hablar.

— Bien, quiero que tomes la pizza por la parte de arriba; donde tiene la orilla. Vamos hazlo —la alentó, nuevamente con una sonrisa—. Ahora quiero que la acerques a tu boca y cierres los ojos.

— Creo que estás gozando con esto. Creo que si cierro los ojos estallarás en carcajadas —confesó Amor, divertida.

— Puede que sea así, pero nunca lo sabrás. Bueno, cierra los ojos y acerca la pizza a tu boca. Tómate un segundo para apreciar los diferentes olores; el queso, la salsa, el orégano... Y luego, le das un mordisco. Se empieza por la punta.

Amor seguía sin cerrar los ojos.

— Oh, ¡vamos! —le dijo Jordan—. Confía en mí, ¿sí? Te encantará.

Amor le dio una mirada escéptica pero decidió creerle. Tomó un suspiro y cerró los ojos. Lentamente acercó la pizza hacia su boca; Amor podía sentir como aquellos penetrantes olores la envolvían y la invitaban a probar un bocado. Amor abrió los labios e introdujo la pizza en ella.