Capítulo 10: Conociendo a tu familia, parte I

Salí de mis pensamientos al oír la pregunta y cuando volteé, vi a Talos con un pantalón de algodón, una camisa sin mangas y una tremenda cara de sueño.

—Creo que esa es mi pregunta —respondí con una sonrisa.

Talos se sentó a mi lado y yo simplemente regresé a ver las estrellas…

—Tuviste otra pesadilla —Más que preguntar, afirmó. Yo asentí sin apartar la mirada del cielo.

— ¿Es muy común esto? —giré a verlo, pero él solo miraba al frente con una expresión vacía. Pasé unos minutos analizando su pregunta.

—Durante un tiempo —comencé— las tenía incluso durante el día y me acostumbré. Ese es uno de los motivos de mi cara —dije mitad broma, mitad verdad—. Recuerdo que hace tres años no podía diferenciar entre si estaba dormida o despierta, o si era una pesadilla o la realidad.

“Aunque no había mucha diferencia” pensé.

» Y hace un año más o menos, Rin se enfermó de gravedad. Tenía mucho miedo, no sabía que le podrían hacer las personas de ese lugar.

» Recé por tres días seguidos sin saber que más hacer, pues nuestros recursos eran limitados y apenas lograba controlarle la fiebre con algo de agua, pero nada pasó… y… con lágrimas en los ojos pedí a cualquiera que me pudiera escuchar que la salvará, que ella dejará de sufrir… —miré un momento a Talos titubeante, pues no me había dado cuenta del momento en el que había comenzado a hablar.

—… ¿Vendiste… tú alma? —pregunto el hombre inseguro y dudando que fuera eso.

Me quedé unos momentos callada y luego lentamente me abrí la camisa del pijama a la altura de mi pecho. A mi lado Talos se sonrojó, pero rápidamente su cara se tornó seria al ver la gran cantidad de cicatrices que abundaban en este.

—Aquí —dije señalando una que parecía una estrella, formada por cinco pequeñas marcas.

—No vendí mi alma, pero mi paz me fue arrebatada por el tiempo que Rin había estado inconsciente. Durante cinco días tuve los sueños más horribles y traumáticos…

» Cuando por fin abrí los ojos Rina me veía con lágrimas bañando su cara, pero ella al fin había despertado… —Con cansancio solté la tela, que al verse libre de mi agarre volvió a su lugar tapándome de nuevo. Me recosté contra la pared agotada mentalmente.

—Ella dijo que grité como si me estuvieran matando, que lloré a mares y que más de una vez tuvo que atar mis manos…

» Esa cicatriz me la hice yo misma… —terminé de hablar.

—Cuando… —Mi mirada cayó en el hombre que me había escuchado sin juzgar— cuando tenía 10, recuerdo que con mis padres fui a un lugar en la montaña. Nadie me advirtió sobre una leyenda que decía que por esos lados aparecían fantasmas y monstruos, o no, si me lo dijeron, solo que no presté atención —habló con una sonrisa culpable.

—En la tarde salí a explorar y no me di cuenta del momento en que anocheció o cuándo fue que me perdí. Tenía mucho frío y miedo, había encontrado una cueva al pie de la montaña y me adentré lo más posible en está tratando de alejarme de la intemperie.

No pude evitar imaginarme a un pequeño niño temblando en la oscuridad y viendo cualquier sombra como si se lo fuera a comer…

—Y… después de eso, solo recuerdo gritos y que alguien trataba de arañarme. Cuando salió el sol estaba en el cuarto de la posada donde nos estábamos quedando.

» Hoy todavía no sé si fue un sueño o si en realidad pasó, por lo que nunca se lo dije a mis padres o alguien más… ¿cómo termina lo tuyo? —Me pregunto viéndome a los ojos, pero velozmente aparté la mirada al no poder aguantar la intensidad con la que me veía.

—No volví a soñar nada más hasta que llegué aquí y la verdad es que a pesar de todo he logrado dormir bien —dije ya más calmada— pero lo malo es que…

—Que también agarraste la mala maña de ponerte en lugares incómodos a altas horas de la madrugada —Me dijo con una sonrisa y yo fruncí el ceño.

—Nadie te obliga a estar aquí —dije toscamente.

Talos se paró y entró a la casa. Sentí un vacío en el pecho al verlo marcharse, pero rápidamente lo relacioné con que tenía frío y el al estar sentado a mi lado, me había transmitido algo de su calor…