Prólogo

Nunca pensé que mi cara terminaría estampada en una taza.

Y no una taza bonita, de esas que venden en tiendas elegantes con frases motivacionales tipo "Hoy es un buen día para sonreír". No. Hablo de una taza barata, comprada en un centro comercial, con mi cara congelada en el peor gesto de incredulidad que alguien pueda imaginar.

Un ojo medio cerrado, el otro abierto como si hubiera visto un fantasma, la boca torcida en un intento de decir "¡que horror!" y un pedazo de pizza a medio camino hacia mi boca. Esa, señoras y señores, era la imagen que internet había decidido inmortalizar de mí.

La primera vez que la vi, casi me atragantó con el café.

-¡¿Eloise, qué es esto?! - le grité por videollamada, levantando la taza que me había llegado por correo, cortesía de un fanático anónimo.

-Es merchandising, amiga. - Eloise respondió con la naturalidad de quien habla de que subió la gasolina - Tienes un club de fans, ¿qué esperabas?

-¿Club de qué?

-Club de fans. Mira, tienen grupo en Facebook, en Instagram y hasta en TikTok. Se llaman Team Rachel.

Me tapé la cara con las manos. Esto no podía estarme pasando. Yo, Rachel Heaven, diseñadora gráfica con más fracasos amorosos que sueldos dignos, me había convertido en un ícono viral. Y no por algo glamuroso como cantar, bailar o dar consejos de vida... no. Mi fama mundial se debía a que había salido en una cita horrenda, lo habían grabado sin permiso y el vídeo se había vuelto viral.

Para poner en contexto: yo solo quería comer pizza. Eso era todo. Pizza. Margarita con extra queso. Pero no, el destino decidió que lo que yo realmente necesitaba era sentarme frente a Brock -Un espécimen humano cuya única cualidad era hablar tres horas seguidas sobre Gokú- mientras alguien grababa mi sufrimiento.

El resto, como dicen, es historia.