Prólogo

En las bodegas de Santa Claus todos los regalos estaban listos y dispuestos para ser envueltos en lindos envoltorios mágicos.  Y es que el tiempo que se toman para realizar ese trabajo, no es el mismo tiempo que los humanos viven.  Todo en el Polo Norte es magia.   

Cada duende tiene su tarea, responsabilidad del Jefe de los Duendes, el Duende Azul.  Es un cargo bastante alto para aquel que llega a ocuparlo.  Juntar todas las cartas que llegan al buzón mágico de Santa Claus.  Clasificar las cartas por edades, por continentes, países, ciudades y pueblos.  Seleccionar los juguetes para todo niño y niña de buen comportamiento.  Aunque también se hace excepciones para algún travieso que quiera engañarlos. 

El Duende Azul cuenta ahora con tecnología que lo ayuda a vigilar a cada niño o niña de la Tierra.  El comportamiento con sus padres, con sus hermanos, con sus amigos y demás personas en su diario vivir.  Nada se les puede escapar para saber cómo fue su conducta durante todo un año.  Es aquí que el Duende Azul conoció a Peggy.  Una dulce niña que por más traviesa que era, siempre recibía un regalo en Navidad. 

Muchas veces el nombre de la pequeña traviesa era cuestionado por otros duendes, o por el propio Santa.  Pero Peggy tenía una sonrisa y una mirada, que convencía siempre al Duende Azul.  Todos los años desde que la conoció, nunca dejó de enviarle un presente.  Monitoreó la vida de Peggy hasta que un día ella ya no escribió más.  Ninguna noticia de ella en estas fechas de Navidad.   Todo porque a cierta edad los niños y niñas van creciendo perdiendo esa magia, perdiendo su espíritu navideño. 

A pesar de eso, el Duende Azul no se conformaba con dejarla partir.  Utilizó sus habilidades con los monitores, y dejó uno exclusivo para Peggy Sullivan.   La pequeña niña ante sus ojos creció.  Año tras año siguió observando su vida, la pérdida de su padre, la enfermedad de su madre, la maldad de sus dos hermanos mayores.  Pero él, desde el Polo Norte nada podía hacer para remediar su dolorosa vida al crecer. 

Un día antes del inicio del mes de Diciembre, el Duende Azul notó que Peggy estaba acompañada por un hombre.  Eso lo entristeció.  Ella se ha convertido en una bella y encantadora mujer.  Su vida ahora es de trabajo, rutina, amigos y amigas, fiestas y amores.  Esto último lo tenía mucho más infeliz, hasta el grado de descuidar su trabajo y su cargo como Jefe de los duendes.  El duende Serafín, envidioso y celoso del Duende Azul, siempre se las ingeniaba para reportar sus faltas a Santa.  Eso llevó al Gran Jefe del Polo Norte, tomar la decisión de nombrar a otro duende como Duende Azul. 

• ¡Queridos duendes, debido a reiteradas faltas del actual jefe, he tomado la decisión de nombrar al duende Serafin, como nuevo Jefe de los Duendes y desde hoy es el nuevo Duende Azul! -proclama Santa Claus en una reunión de emergencia en medio del trabajo para esa Navidad que se acerca rápido.
• ¿Por qué lo hizo ahora? -pregunta un duende a su amigo.
• ¡Estamos a semanas para Navidad, y nos han cambiado a otro jefe! -comenta otro duende.
• ¡Ese Serafin no me gusta para nada! -comenta otro de ellos.
• ¡Adiós paz! -comenta otro duende.

Desde ese día, el Duende Azul pasó a volver ser un duende común.  Duende Martín vistió nuevamente su traje verde como todos los demás compañeros que lo miraban cauteloso.  Y es que él al dejar de ser el jefe, nunca demostró tristeza.  Es más, para sus amigos más cercanos les pudo conversar su idea al sentirse libre ahora de tanta responsabilidad. 

• ¿Te has vuelto loco, duende Martín? -pregunta el duende Max , uno de sus amigos, mientras revisa las riendas en el establo de los renos.
• ¿Por qué quieres ir allá? -pregunta el duende Crispín.
• ¡Amigos, necesito verla, ya les conté toda la historia! -contesta el duende Martín acomodando su bolsa de viaje en un hombro.
• ¡Es absurdo! -dice el duende Max.
• ¡Es peligroso! -dice el duende Crispín.
• ¡Yo te apoyo! -dice su tercer amigo, el duende Liyón.  Él siempre aprueba lo que hace su amigo.
• ¿Y se entera el Gran Jefe? -pregunta el duende Max preocupado- ¡Estoy seguro que te desterrará del Polo Norte, y no podrás estar aquí con nosotros! -dice entristecido.
• ¡No se preocupen, amigos! -dice el duende Martín que ya tenía todo resuelto- Pedí permiso y vacaciones a Santa, él cree que me siento muy mal por dejar el cargo y me dijo que descansara el tiempo que sea conveniente.... y así lo dedicaré a buscar a Peggy! -dice feliz.
• ¿Y cuándo la encuentras, qué harás? -pregunta el duende Crispín- ¡Recuerda que eres un duende mágico y ella es humana... no debes involucrarte con ella! -reclama su amigo.
• ¡Yo creo que esa ley es absurda, el amor no se debe prohibir a nadie! -dice su amigo, el duende Liyón.
• ¡Yo no estoy enamorado, he visto crecer a Peggy y ha tenido una vida demasiado difícil... digamos que me encariñé con esa niña, siento unas ganas tremendas de verla, nada más! -dice el duende Max.
• ¡Es absurdo! -dice el duende Max.
• ¡Es peligroso! -dice el duende Crispín.
• ¡Yo te apoyo! -dice el duende Liyón.
• ¡Amigos, me voy... me voy en busca de Peggy Sullivan!...