Ámame otra vez

Él no quería nada que lo distrajera de su pasión. Lo tenía claro: era solo placer, pero no pude evitar enamorarme a pesar de quién era. Lo oculté tan bien que él terminó igual que yo y pidiéndome ser su esposa.
Hasta esa noche de la despedida de solteros, cuando, queriendo darle una sorpresa, lo vi con otra. No dije nada; esperé paciente mi venganza. Justo el día de nuestra boda, lo humillé, herí su orgullo al negarme a aceptarlo como mi esposo. Dos meses después, lo descubrí: esperaba a su hija, una hija de la cual él nunca sabría, hasta que la verdad que nos separó salió a la luz. Ahora él no soporta verme. Eso duele, pero no tanto como el no saber cómo decirle que es padre, que la niña que lo llama “papá” y que cree producto de mi traición, es su hija.