Prólogo

El Ávila esconde secretos que no todos se atreven a escuchar. Sus senderos, verdes y majestuosos a la luz del día, se transforman en corredores oscuros y helados cuando el sol se oculta. Muchos lo llaman un pulmón de vida, otros, un santuario natural; pero hay quienes aseguran que, cuando la bruma desciende y el viento corta como cuchillas, este lugar se convierte en un reino donde lo imposible se confunde con lo real.

Yo lo viví. Sentí la piel erizarse con cada crujido de ramas, con cada sombra que parecía moverse sola entre los pinos. Escuché pasos que nunca encontré, voces que no pertenecían a ninguno de mis amigos y vi destellos de ojos que me observaban desde la oscuridad. Fue entonces cuando comprendí que las historias que se cuentan alrededor de una fogata no siempre son invenciones.

Dicen que en las noches más frías, cuando la laguna amanece congelada y el silencio pesa más que el aire, ella aparece: la bruja del Ávila. Una presencia que camina sin dejar huellas, que acecha sin ser vista y que juega con el miedo hasta desgarrar la cordura.

Este libro es una advertencia. No es solo un relato de juventud y aventuras; es la memoria de lo que sucedió en aquel puente festivo en la montaña, cuando la risa de un grupo de amigos se mezcló con el susurro de algo más antiguo, más oscuro, y más real de lo que jamás imaginamos.

Si decides abrir estas páginas, recuerda: cada palabra está escrita con el peso de la experiencia. No busques lógica en lo que aquí se narra, porque lo que habita en el Ávila no entiende de razones humanas.

Lee bajo tu propio riesgo. Porque una vez que invoques su nombre… la bruja también podría estarte escuchando a ti.