"PRÓLOGO"

Dicen que los destinos se escriben en silencio.
Que antes de que dos almas se encuentren, el universo ya decidió por ellas.
Eryan nunca creyó en nada de eso… hasta la noche en que el cielo se quebró.

El viento se detuvo, como si contuviera la respiración.
La magia —esa que llevaba años dormida bajo su piel— despertó de golpe, ardiendo, exigiendo.
Y entre las grietas de luz que se abrieron sobre él, sintió por primera vez la presencia de otro corazón.
Uno que no pertenecía a su mundo.

Soren.

Un nombre que aún no conocía.
Una vida sin magia.
Un destino que jamás debería haberse cruzado con el suyo.

Pero el hilo dorado apareció igual.
Fino, tembloroso… inevitable.
Un vínculo prohibido que ni los dioses pudieron cortar.

Mientras la luz lo envolvía, Eryan entendió una verdad que lo marcaría para siempre:
algunas uniones no son bendiciones.
Son advertencias.

Porque cuando dos mundos se tocan, algo se rompe.
Y cuando dos almas se reconocen, algo empieza.
Algo que no retrocede.

Esa noche, el universo eligió por ellos.
Y ni la magia, ni la humanidad, ni el miedo
podrían desatar lo que acababa de unirse.

Lo que siguió después —amor, pérdida, destino y un viaje que ningún dios aprobó—
nació en ese instante.

En un cielo partido en dos.
En un lazo que jamás debió existir.
En un encuentro que cambiaría para siempre el equilibrio entre los mundos.

Porque esta no es una historia de casualidades.
Es una historia de inevitables.