Si algo he de cambiar...

Me hacía sentir hermosa.

Como si el mundo pudiera rendirse ante mí, y no, no era ningún charlatán que palabreaba para hacerme sentir bien.

Me adornaba con flores todo el rostro cuando lo acariciaba y me decía cuán inteligente era y lo mucho que agradecía mi llegada. Incluso , agradecía el momento en el que ambos llegamos, pues era cuando a nadie esperábamos.

Escuchábamos pasos de alguien que no llegaba y cuando finalmente lo hizo nos sorprendió el corazón.

Nos invadió el temor, el temor de no saber qué hacer con todo ese ruído que se generaba dentro de nosotros. Pero pienso que de no haber ocurrido como ocurrió nada hubiese sido como fue...

Y no cambiaría nada, en lo absoluto.

Volvería a caminar por las mismas calles junto a su brazo. Visitaría cada lugar que juntos visitamos en búsqueda de la ubicación y la esencia de un buen café. Criticaría y admiraría cada pieza de arte colgada en esos lugares donde ambos fuimos arte. Sentiría cada hoja de cada libro de aquellas viejas libreras y aquella antigua biblioteca que tanto frecuentábamos y que ahora son parte de nuestra historia compartida e individual. Incluso, no me molestaría en volver a sentir el sol calentando mi piel cuando se trataba de esos días amarillentos, ni volver a mojarme en su compañía cuando de días grises hablamos.

Tampoco cambiaría los momentos incómodos, esos que nos recordaban lo humanos que somos.

Si me dieran la oportunidad de cambiar algo de todo aquello, de todo ésto, no cambiaría ni la hora en la que discutíamos con las caras rojas y los corazones ardientes.

Volvería a vivir cada coma y cada punto de aquella vieja historia. En nuestros momentos más reales, más crudos y naturales.