Capítulo 12: El Manuscrito de las Dimensiones

En las profundidades de la biblioteca de Edimburgo, entre los ecos de pasos lejanos y el susurro de páginas que se vuelven, Moira McAllister se encontraba ante el portal que había descubierto. La luz parpadeante del umbral iluminaba su rostro, reflejando la determinación en sus ojos verdes.

Con su abrigo de tweed ajustado y su bufanda de lana, parecía una figura sacada de una novela de misterio, lista para desentrañar los secretos más oscuros. El libro que había activado el portal yacía abierto en su regazo, sus páginas antiguas conteniendo más que meras palabras: eran la llave a un conocimiento ancestral.

“El Manuscrito de las Dimensiones”, murmuró Moira, repitiendo el nombre del legendario texto que había perseguido durante años. Se decía que el manuscrito revelaba los secretos de universos paralelos, un conocimiento que podría cambiar el curso de la historia.

Con un suspiro, Moira se puso de pie, ajustó sus gafas y se adentró en el portal. El aire al otro lado era fresco, con un matiz de electricidad que hacía que su piel se erizara. Se encontraba en una biblioteca, pero no era la suya. Era más grande, más antigua, y los libros que llenaban sus estantes brillaban con una luz propia.

Un mapa celestial adornaba el techo, y en el centro de la sala, sobre un pedestal de mármol, reposaba el Manuscrito de las Dimensiones. Moira se acercó, sus dedos rozando el pergamino. Las palabras parecían moverse, danzar ante sus ojos, y entonces lo entendió. No era solo un libro; era un ente vivo, un compendio de todo el conocimiento dimensional.

Mientras Moira leía, las piezas del rompecabezas comenzaron a encajar. Cada dimensión, cada universo paralelo, estaba conectado por un hilo común, y ella tenía el poder de navegarlos. Pero con gran conocimiento viene gran responsabilidad, y Moira sabía que debía usar el manuscrito con cuidado.

Ella era ahora la guardiana de los secretos de las dimensiones, una bibliotecaria no solo de libros, sino de mundos.