Huracán.

Capitulo siete.

—¿Me estás diciendo que las nubes lloran porque se encuentran tristes?

—Sí.

—Eso es tonto.

—No, tu eres tonta —Replica la niña cruzando sus brazos con molestia.

—Las nubes no lloran, hacen pipí —mascullo como si fuera obvio, mientras levanto una de las muñecas del suelo— por eso no salgo en medio de la lluvia, que asco.

La niña agarra del suelo la otra muñeca mientras me observa con incredulidad. Se aleja un poco de mi y mira con asco a su alrededor.

—¿Me estas diciendo que del cielo cae pipí?

—Así es.

—¿Entonces cada que salgo a jugar en la lluvia juego con pipí?

—Sí.

—Adelaide, es hora de irnos. Despídete de tu nueva amiga, cielo.

La niña frente a mi hace una mueca de fastidio al escuchar a quien debe ser su madre y yo la miro con desconfianza.

—Eres una mentirosa, no te llamas Brooke.

—También me llamo Adelaide, solo que no me gusta —Refuta y comienza a recoger sus cosas mientras las guarda en un bolso. Se acerca a mi y me ofrece su mano— ¿Aceptas ser amiga de una mentirosa o te da miedo?

—¿Bromeas? Claro que sí, si eres mi amiga me enseñaras a mentir.

Le doy mi mano y ella me sonríe antes de irse prometiendo volver mañana al parque.

      

 

Harper.

  
 

El camino a casa se siente vacío, la música suena pero mis oídos no escuchan. La sensación de sentirme observada se posa sobre mis hombros y lo único en lo que puedo pensar es en el miedo que tengo, en lo nerviosa que estoy y en que cada vez siento con más fuerza que algo malo va a suceder. Mis manos tiemblan, mis oídos zumban y mi cuerpo se siente entumecido. Sé bien que guiarlos a mi departamento es una completa locura. Soy consciente que tengo que buscar una salida de esta situación pero estoy tan asustada que no se me ocurre nada coherente en este instante.

Toda sensación de vergüenza se fue en el momento que gire la calle después de dejar a Connor, creo que no notó las miles de señales que di para no irme y es vergonzoso. Al despedirme y dar la vuelta inmediatamente empecé a sentirme observada, el auto negro ha girado tres veces en la misma dirección que yo, si cambio de carril el conductor también lo hace y si acelero el auto posiblemente lo haga igual. Eso encendió todas mis alarmas, y desde ese momento he estado dando vueltas pensando que hacer, mi celular se encuentra sin batería y las opciones se reducen a ir a un lugar que considere seguro.

El problema es que no conozco un lugar seguro.

Suspiro y piso el acelerador. Sé que volver sobre mis pasos es absolutamente ridículo, vergonzoso, y posiblemente peligroso. Pero no encuentro otra manera y el coche se encuentra cada vez más cerca, si voy más lento lo más probable es que me alcance. Para mi mala suerte la lluvia comienza a caer con fuerza, las calles se mojan con rapidez, se me empieza a hacer difícil ver con claridad y soy muy consciente de que si sigo con esta velocidad es probable que tenga un accidente.

El auto detrás me alcanza e intenta golpear mi costado mientras ahogo un grito. Esto se esta saliendo de control y para ser sincera no tengo idea de como actuar, giro con fuerza y el auto derrapa sobre el asfalto mojado. El coche a mi lado choca con dureza, el mío golpea con brutalidad una pared y cabeza golpea el volante. Un grito se construye en mi garganta mientras con esperanza piso con fuerza el acelerador para ir en dirección al edificio que abandone hace unos instantes. Por un instante todo a mi alrededor es negro, se siente como si el auto estuviera en el aire y diera vuelvas por la calle, el mareo y las ganas de dejarme caer me abordan.

Me encuentro tan aturdida que no sé en que momento logro salir del desastre en el que estoy involucrada. Mi vehículo se encuentra golpeado pero ni eso es capaz de distraer mi mente del lugar al que me apresuro a llegar. Me encuentro tan cerca al edificio que llego en menos de lo que esperaba, el guardia me observa extrañado y con angustia comienzo a preguntar por el hombre que me acompañaba hace menos de quince minutos, el hombre me observa con desconfianza sin dejarme entrar, pide que espere y comienza a llamar. Las lágrimas comienzan a salir de mi rostro y lucho por no perder los estribos en este momento. Mis piernas no responden termino de rodillas en el suelo con la lluvia cayendo con fuerza sobre mi, no sé que le diré, no sé cuál será su reacción pero los nervios no me dejan pensar, el miedo que siento es tanto que no tengo cabeza para pensar con claridad.

Es entonces que lo veo… Su cabello se encuentra desordenado, su ceño fruncido y sus ojos azules me miran con cierta incredulidad y pasa a mirar al hombre que tiene al frente con molestia. Trae un pantalón de pijama y esta descalzo. La vergüenza poco a poco se cuela dentro de mi y por consiguiente bajo la mirada. Pero eso no es suficiente para parar el temblor de mi cuerpo y manos. La puerta de cristal se abre e inmediatamente soy levantada del suelo y empujada a su pecho mientras me sostiene en un fuerte abrazo. Su voz se oye áspera y preocupada, es ahí que me permito desmoronarme, dejo que el miedo salga y me refugio en su voz cargada de angustia y preguntas. El sollozo sale de mi garganta y él se aparta un poco de mi para mirarme de arriba abajo con preocupación. Una se sus manos pasa por mi rostro y unas gotas de sangre se adhieren a ella.

No me pide explicaciones al ver mi estado, posiblemente mi cara de pavor lo haya dejado callado entonces se aproxima y nuevamente me acurruca en sus brazos para empezar a murmurar palabras suaves en mi oído. Aún conmigo abrazada comienza a dar pasos lentos en dirección al ascensor y me guía con suavidad junto a él. Promete hacerme curación y ayudarme. Poco a poco mi respiración se va calmando pero el pánico que siento no, en silencio asiento mientras me aferro al calor de su cuerpo.




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