Huracán.

Capítulo doce: parte uno.

—Me gustaría saber que pasa por tu mente.

Giro a verlo, uno de sus brazos se encuentra aferrado a mi cadera mientras me estrecha aún más contra su cuerpo.

—No creo que te guste lo que hay dentro, dulce.

Suspira y pega su frente a la mía, cerrando los ojos.

— ¿Por qué crees que no me gustaría? —Pregunto, alejando mi mano de su pecho desnudo.

—Porque eres luz, y posiblemente mi oscuridad te desestabilice un poco.

—No veo problema si es solo un poco, Evan...

—Lo es —masculla, interrumpiendo lo que me encontraba apunto de decir—, porque no quiero que dejes de brillar nunca.

Su mano suelta mi cadera para subir a una de mis mejillas, Evan abre sus ojos observándome con ternura y anhelo. Una sonrisa cargada de sentimientos brota de mis labios cuando termina de hablar y las ganas de besarlo me llegan de lleno.

Entonces, sin responder a sus palabras, me acerco juntando sus labios a los míos. Expresando entre besos todo lo que me hace sentir.

—Ten por seguro que sea del modo que sea, no dejaré que pierdas ese brillo tan espléndido y maravilloso. Aún si se me va la vida en ello, es una promesa, dulce.

—Te amo, Evan.

—Te amo demasiado, dulce.

Después de ello, mis ojos comienzan a cerrarse sin que pueda detenerlos, el sueño se apodera de mí y me dejo caer entre sus brazos con la certeza de que pese a todo, él va a protegerme.

—Espero me perdones algún día por lo que tendré que hacer.

Y después de ello, todo es oscuridad.    

     
       

Harper.

De acuerdo, esto no puede ser tan malo, ¿cierto?

Aproveché mi momento en su ducha para tomar con tranquilidad las cosas. Después de un rato, el olor de los productos de aseo que utilicé evoca una imagen de él ahí, desnudo, tan cuál como me encuentro yo.

Utilizando una esponja de baño y paseándola por todo su cuerpo desnudo.

Dejando que el agua caliente caiga por su piel, calmando sus acalambrados músculos por el cansancio.

La sola imagen de él, de pie en este sitio pasea por mi mente y aunque eso no esté bien, no puedo evitar evocarlo duchándose y descargando su molestia y estrés.

No puedo evitar evocarlo masajeando su cabello y suspirando por la relajación que puede traerle un buen baño.

No puedo evitar evocarle en tantos escenarios que no estaría bien mencionar.

Por un momento, las idea de tocarme imaginado que es él quien lo hace, ronda por unos cuantos segundos en mi cabeza.

"Eres una morbosa, Davis."

Eso estaría mal, pero es tan tentador...

La sola idea de que él llegue a oírme jadeando en su baño, por estarlo imaginando como no debería, hace que cualquier rastro de ese pensamiento lujurioso sea dejado de lado.

Sería bastante vergonzoso que Connor se acercara a tocar la puerta del baño y me oyera masturbándome dentro.

Abro el grifo de agua fría y me apresuro a terminar de ducharme, aún si muero de frío cuando salga de aquí. Cuando por fin termino, me apresuro a encaminarme a su armario, tiritando y temblando hasta la médula.

Diría que es bastante incómodo estar en una habitación que no es mía, escogiendo que ponerme del armario de un hombre.

Pero, si soy sincera. Estoy extasiada.

La idea de ponerme algo suyo me pone nerviosa, no esperaba que esto pasara pero me emociona hacerlo. Al final, termino con una de sus pijamas que consiste en una camisa de mangas largas color blanco junto a un pantalón a juego con el conjunto.

La ropa, que me queda extremadamente grande, me hace ver ridícula. O posiblemente solo yo la vea ridícula, y pues, eso sí que no. Entonces la idea de salir solo con la prenda de arriba se pasea unos segundos por mi mente.

Sin embargo, no permito dejarme llevar por la inseguridad y termino quitándome la parte inferior del pijama. 

«Es hora de ir por respuestas»

Me apresuro a salir de la habitación, aún no sé cómo sentirme respecto a lo que ha sucedido, en tan solo unas horas he llegado a sentir emociones que han sobrepasado el límite para que sean de un solo día. 

Siento que ha pasado tanto...

Ha sido un solo día lleno de sorpresas, risas, y miedos. Éste último solo alimenta el pánico en mi interior y aunque no es el momento, no puedo evitar sentir que algo malo va a pasar. Que algo increíblemente peligroso está por suceder.

No estoy lista para algo así, y tampoco es que me esté excusando, pero debo admitir que me volví bastante cobarde después de los años.

Ahora vivo alerta.

No seas mentirosa, lo intentas. 

Y si, quizá todo este en mi mente. O quizá, simplemente eso quieren volverme.

Una demente.

Demente estás. 

Alguien quien no tiene control de sí misma.

Nunca lo has tenido.

—Por un momento creí que habías muerto en mi baño, estaba sintiendo pánico sobre cómo iba a explicarle aquello a la policía. 

Su voz logra sacarme de mis pensamientos y me hace pegar un brinquito de la impresión. Me concentre tanto que no me había fijado que seguía limpiando, en este momento, se hallaba de pie frente a la isla de la cocina, con un pequeño trapo entre sus manos, observándome descaradamente.

Enarco una ceja en su dirección, él simplemente se encoge de hombros y suelta aquel trapo para acercarse a mí e intentar coger mi mano con suavidad. 

Eso habría sucedido, pero el simple toque de su mano y la mía, lo hace alejarse y termina observándome extrañado. 

— ¿Por qué estás tan fría?

— ¿Por qué estas tú tan caliente? —Refuto. 

Su mirada se torna perdida y por un instante observa sus manos con detalle. Luego, después de lo que parece una revisión por su parte, las pone sobre su cuello verificando si es él quien se encuentra caliente.




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