Huracán.

Capitulo trece

CAPITULO TRECE.

— ¿Qué le hiciste? —Cuestiona Evan, perplejo.

Observo al animal muerto con nerviosismo.

—Nada.

Se gira a verme, y la incredulidad tachada en su rostro, casi me hace soltar una risa.

—Harper, ¿cómo terminaste con un hámster y una ardilla muertos?

—Es una historia bastante graciosa, si soy sincera, ya verás...

— ¿Cómo resulta gracioso que muriera esa pobre ardilla? —Me interrumpe, y se encuentra serio, muy serio.

—No olvides el hámster. —Mascullo.

Suspira, pasa una de sus manos por su cara y por lo que parece, pide paciencia, se queda mirando la caja de se encuentra en mis manos y con su una de sus manos se aproxima a cogerla entre sus brazos.

—De acuerdo, no olvido el animalito pero, ¿por qué están juntos en una caja de regalo, amor? —Pregunta, después de unos segundos—. Y lo más importante, ¿Por qué están muertos?

Las ganas de llorar se hacen presentes junto al bochorno de hacer tal declaración en voz alta.

—Quería darte un pequeño regalo, se lo mucho que te gustan los animales y se me ocurrió darte una sorpresa, solo que olvide abrirle algún orificio para pudieran respirar —murmuro, al borde del llanto—, así que, ¿sorpresa?

Un atisbo de sonrisa surge en su rostro mientras niega repetidamente, y con lentitud baja la caja de sus brazos para comenzar a acercarse y estrecharme en sus brazos.

—Te amo, dulce —susurra, dejando un beso en mi frente—, no dudes nunca de eso.

Harper.

Todo se encontraba volcado, cada mueble hallaba fuera de lugar, había papeles regados por el sitio y yo solo observaba todo boquiabierta desde la puerta de entrada. Sabía perfectamente porque sucedió esto.

Por estar cerca de él.

Connor se encontraba revisando el lugar a detalle, su expresión era molesta y la tensión en el ambiente era bastante evidente. Yo me había negado a llamar a la policía después de que él lo sugirió.

— ¿Cómo es eso que no puedes? —Cuestiona, después de girar la cabeza en mi dirección.

Suspiro, y comienzo a adentrarme lentamente a lo que podría llamarse, mi hogar.

—No quiero un montón de oficiales buscando el porqué de todo esto, no cuando ya he pasado suficiente, y no cuando sé que podría ponerse peor si lo hago. —Me cruzo de brazos, la incredulidad marcada en su rostro casi llega a sacarme una amarga risa, aun cuando la situación no amerita ningún tipo de chiste.

—Me encantaría entenderte —murmura, pasando una mano por su cabello—, pero la verdad estoy bastante pensativo, bonita.

Doy un paso en su dirección con él observándome de pies a cabeza, como esperando cual sería mi próximo movimiento. El lugar era un desastre y no veía cuando seria el momento en que esto dejara de aterrarme.

Porque estaba completamente asustada sobre lo que podría seguir.

—No es como si hubiera mucho que entender, de un modo u otro, ya se me hacía extraño que las cosas estuvieran tan tranquilas en mi vida.

Se cruza de brazos, y su mirada pasea por la sala de mi apartamento.

— ¿Esto paso por mi culpa? —Titubea, en un suave siseo.

Alzo una ceja en su dirección, la pregunta me saca de balance y por un momento, por un mínimo momento, me dan ganas de responderle con una afirmación porque sé que a mi lado no estará seguro.

Todo esto es mi culpa. Sabía que estar a su alrededor solo lo implicaría en esta situación y fui muy tonta al creer que no.

Sabía a la perfección que acercarme lo suficiente a alguien me traería, de alguna manera, algo más por lo cual preocuparme.

Y ahora él también está en peligro solo porque no me aleje.

El amor te lleva a la ilusión, la ilusión te conduce al miedo, y el miedo a la traición nos conduce a un lado oscuro que todos tenemos.

Y sinceramente, no quiero que él se lleve la impresión de que soy una tonta insegura sin remedio. Porque sé que le gusto, no soy así de lenta, y posiblemente, él me llame la atención de maneras impresionantes en donde no me puedo contradecir ni un momento.

Porque mi cuerpo y mente perecen tener vida propia cuando estoy cerca de él.

Seriedad, respeto y un amor sin ataduras se merece la persona que esté a mi lado.

Y sinceramente no soy quien pueda darle todo eso.

—No, Baker. —Musito, intentando tomar su mano—. Nada de esto es tu culpa, es mía. Yo lo provoque, y en algún momento debo afrontar lo que pase.

Abre la boca para responder, cuando es interrumpido por el tono de un teléfono. Su ceño se frunce y comienza a mirar en dirección al pasillo que muestra el camino a las habitaciones.

La melodía sale de uno de los cuartos. He escuchado antes ese tono, más veces de las que me gustaría.

Todas y cada una de ellas trae a mi mente cada momento compartido con su dueño.

— ¿Quién más tiene llaves de tu apartamento, bonita? —Pregunta, mientras con cuidado, y dejándome detrás de él, comienza a caminar en dirección al pasillo.

—Solo dos personas, y ese es el teléfono de Adam.

El tono asustado de mi voz lo pone alerta, una de sus manos por reflejo va tras su espalda y cuando voy a seguir sus pasos, me detiene.

—Déjame ir solo a revisar —farfulla, y con la mano que no tiene en su espalda, saca su teléfono y me lo extiende—, llama a Jake, pídele que venga con urgencia. Y por favor, espérame en recepción, bonita. Algo aquí no está bien.

Me entrega el aparato desbloqueado, y antes de que se atreva a dar más pasos lo detengo.

—No.

— ¿Qué?

—No vas a dejarme sola, ambos esperaremos a Jake.

Suspira y comienza a negar.

—No, por favor llámalo, no perdamos tiempo. —Dice de tajo, y sin esperar respuesta comienza a caminar, no obstante, no da ni dos pasos cuando se detiene y gira a verme—. ¿Confías en Adam?




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