Capítulo 9 – La Infiltración

La lluvia caía con fuerza, empapando la máscara y el traje de David.
Desde su escondite, observaba la mansión de Salvatierra. Cada ventana, cada luz, cada movimiento estaba grabado en su memoria.

—Un golpe más —murmuró, ajustando la mochila donde guardaba herramientas y guantes.
El silencio de la noche era absoluto, roto solo por el sonido distante de la ciudad.

Se deslizó entre las sombras, usando las esquinas de los muros y el follaje de los jardines como cobertura.
Cada paso estaba calculado. Cada respiración contenida.

Al llegar a la reja lateral, verificó que no hubiera cámaras cerca. Una pequeña linterna le permitió ver los candados.
Con destreza, los abrió sin hacer ruido y trepó al jardín interior.

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Primer obstáculo: los guardias

David avanzó por los senderos mojados, esquivando un guardia que patrullaba con linterna.
El haz de luz pasó cerca de él. David contuvo la respiración, pegado a la pared húmeda.
Cuando la linterna se apagó, se arrastró hacia la sombra siguiente.

Cada metro recorrido era un riesgo calculado.
Una equivocación y su misión terminaba antes de empezar.

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El interior de la mansión

Logró abrir la puerta trasera sin que nadie lo notara.
Dentro, la mansión estaba en silencio, iluminada solo por luces tenues de pasillos.
El olor a madera pulida y alcohol barato llenaba el ambiente.

David revisó un plano mental. La caja fuerte estaba en el despacho principal, al otro extremo del corredor principal.
—Paso a paso —susurró—. Todo lo que hagas cuenta.

Se movió por el pasillo, con la máscara empapada y los nervios tensos como cuerdas.
A cada esquina, podía escuchar sus propios latidos.

Cuando estaba a punto de girar hacia el despacho, escuchó un ruido detrás de una columna: un guardia lo había visto, aunque David aún no lo detectaba.
Se quedó congelado, sin poder decidir si atacar, esconderse o correr.

En ese instante, una sombra se movió por la puerta del despacho… y todo cambió.