Capítulo 11 – El Botín a Alcance

David contuvo la respiración mientras la sombra se acercaba a la puerta de la sala donde estaba la caja fuerte.
Cada segundo era una eternidad. Sus ojos recorrían el espacio buscando una vía de escape o un escondite improvisado.

—No puede ser ahora… —susurró entre dientes, apretando las herramientas de apertura.

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El último esfuerzo

La cerradura resistía, pero David estaba concentrado como nunca.
Su respiración era pausada y controlada, el sudor empapando la máscara que ahora parecía un segundo rostro.

Con un leve clic, la puerta de la caja se abrió.
Dentro, fajos de billetes perfectamente apilados y joyas relucientes.
David no podía creerlo. Todo su esfuerzo, cada robo anterior, cada riesgo tomado, había valido la pena.

—Es ahora o nunca —murmuró.

Comenzó a llenar la mochila con dinero, controlando cada sonido para no alertar a los guardias.

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El peligro inminente

Pero justo cuando colocaba el último fajo, escuchó pasos detrás de él, más cercanos que nunca.
Se giró apenas, y vio la silueta de un guardia entrando al despacho.

El corazón le golpeaba el pecho. Cada respiración era un riesgo.
No podía permitirse un enfrentamiento directo; estaba solo y no tenía armas de fuego.
La única opción era moverse rápido, usar la oscuridad y confiar en que sus cálculos de escape fueran correctos.

David retrocedió hacia la ventana del despacho, intentando encontrar la mejor salida.
El guardia se acercaba, con la linterna iluminando cada rincón.
Un paso más y lo descubriría.

David se agachó, contuvo la respiración, y con un salto calculado, se lanzó hacia el balcón exterior.
El sonido de la linterna golpeando contra la pared resonó, y el guardia gritó alarmado:

—¡Ahí está!

David cayó al jardín lateral, empapado por la lluvia, con la mochila llena y el corazón latiendo a mil por hora.
Sabía que aún no estaba fuera de peligro… pero al mirar hacia la mansión, la adrenalina le recorrió el cuerpo: ya tenía el botín, pero el escape sería la prueba final.