Día 9

 MERLÍN - TARDE

—Entraremos a esa casa —sentencié.

—¿Cómo? —preguntó Castiel—. De seguro ya crearon el muro.

—¿Realmente crees que ya lo hayan hecho? —le preguntó Mérida y giró hacia mí—. Yo creo que no, deberíamos ir.

—¿Por qué siempre me haces la contra? —exclamó molesto, mirándola.

—No empiecen —les dije entre dientes—. ¿Por qué crees que no lo hicieron?

—Porque hablé con Martha.

—¿Otra vez? Un día te va a echar otra maldición —le reprochó Castiel.

—¡Ya no soy estúpida! No volverá a pasar.

—Castiel tiene razón —dije—. Es una bruja muy poderosa mezclada entre inútiles.

—Que trabajen en el centro no los hace inútiles —contestó Mérida con el ceño fruncido.

—Aparte —comenzó a decir Castiel y la miró—, ¿cómo sabes que no está mintiendo? Ni ella lo puede ver, sin mencionar que tal vez se lo pidieron a otro brujo.

—Lo sé porque me quiere, soy como una sobrina para ella, nunca me mentiría —le contestó sonriente.

—¿Y por qué no como una hija?

Ellos comenzaron a discutir como niños, pero decidí ignorarlos y regresé la mirada a mi pizarra dibujada en el aire.

—Creo que usaremos a Elliot para debilitarla —dije, interrumpiéndolos, con una sonrisa—. No, no lo creo. Lo haremos.

—¿"Haremos"? —preguntó Castiel y rio—. A mí no me involucres en tus locuras.

—¿Ya te cansaste? —solté una carcajada—. Si acabamos de empezar.

ANNABELLA

—Esto parece una fiesta de cumpleaños —murmuré mientras veía la torta sobre la mesa.

—Es mejor —contestó Agatha—. Yo antes creía que no había festejo más lindo que el de cumpleaños, hasta ahora.

No pude evitar sonreír, y la abracé. Una gran parte de mi ser estaba en paz, aunque la otra aún seguía deseando respuestas que no podía conseguir, así que tenía que ignorarlo, si no me volvería loca. «¿No lo estabas ya?». Shhh.

Unos artesanos estaban haciendo música con ramas, latas y ollas. No sonaba mal, pero comenzaba a extrañar mis discos. Al menos había artesanos "buenos" después de todo. La casa de mi nueva gran amiga estaba llena de gente, vinieron los cambiantes, los ángeles, e incluso trabajadores, es decir, cultivadores, comerciantes y artesanos. Por fin me sentía aceptada, ignorando el hecho de que me temían. «¿Y si te admiran?».

—¿Quieren? —preguntó Alexander ofreciéndonos dos porciones de torta.

—No, gracias —le contesté y sonreí.

—Oh, vamos —dijo Agatha y agarró ambos platos.

—No, en serio —repetí, negando con cabeza.

—Lo hizo Owen con todo el amor del mundo —me acercó la porción a la cara y suspiré.

—Bien —contesté, rendida—, pero antes, ella tiene que contestar una pregunta.

—¡Owen! —exclamó Agatha.

—¡¿Qué?! —gritó la nombrada desde el otro lado de la sala.

—¡Ven!

—¡Voy!

Comenzó a pasar entre la gente intentando no empujarlos, pero se le hacía un poco difícil.

—Solo si le das una respuesta a su pregunta se va a comer la porción de torta —le explicó Agatha en cuanto llegó.

—Bien, dime.

—¿Por qué te pusieron un nombre de varón?

—Uy, qué directa —murmuró Bastian detrás de mí, riendo.

Me sentí un poco mal, pero lo ignoré.

—No pasa nada —contestó Owen con una sonrisa—. Mis padres querían un hijo llamado así, sí o sí, porque querían hacerle honor a mi abuelo paterno después de morir en combate.

—Sí o sí —repetí, negando con la cabeza—. Igual te queda lindo.

—Sí, lo sé —contestó y reímos.

—Ya que esto se trata de ti —dijo la cambiante—, ¿por qué crees que te convertiste en mundanium?

—Emmm… —lo pensé durante unos segundos—. Supongo que fue porque, con tal de ayudar a alguien que aprecio, puedo dejar mis miedos a un lado. Suena como una mezcla.

—Suena como una mezcla de tres cosas —dijo Tabitha.

—¿Cuáles?

—Cambiante, ángel y bruja.

Nos miramos entre nosotros, todos parecían tan confundidos como yo.

—Cambiante por la valentía —comenzó a explicar—, ángel por el altruismo y bruja porque dijiste que solo a quienes aprecio, cosa que se puede interpretar un poco mal ya que no lo harías por cualquiera.

—Pero no puedo ser tres cosas, ¿no?

—Que se sepa, no —aclaró—. Sin embargo, podría haber alguna criatura nueva.