CAPÍTULO 11

Al entrar en casa se ve vacía... demasiado grande en esta extraña soledad que nunca había sentido antes. Con paso cansino, me encamino hasta la sala, con la tristeza de no saber retener a Jungkook a mi lado...

Estoy agotado y no sólo física, más bien emocionalmente, tras este último encuentro. ¿Qué más puedo decirle? Yo estoy preparado para afrontar los cambios, para continuar con la vida en común que interrumpimos por él, por mí... Pero ya no importa. No puedo forzar la situación y eso me duele.

Lloro. Lo amo y ya no sé si él siente lo mismo. Estoy confuso. Aterrorizado... 
Necesito tomar el aire, por lo que me pongo una chaqueta fina y salgo a pasear. Pero al cerrar la puerta, me sobresalto... Joder, ¡las llaves! Rebusco en la mochila, encontrando miles de tonterías, pero nada que me ayude a entrar en casa. No puedo llamar a Scott, en este momento me hundiría...

Estoy en la puerta, apoyado en ella y fatigado. ¿Ahora qué?

—Quiero tener alguna vez un maldito día tranquilo —sollozo, entrando en el coche.

Indeciso y en la puta calle, aunque menos mal que con tarjetas de crédito, termino en el Senator Marbella Spa Hotel. Cojo la suite, me lo merezco, por todo lo que llevo encima o creo llevarlo.

Al entrar en la habitación, con jacuzzi incorporado, lloro todavía más, porque él no está aquí conmigo, donde podríamos haber gozado de una noche tan especial y romántica.

—¡Maldito seas, Jungkook...! —Lanzo la mochila con coraje, frustrado—. Decídete de una vez.

Entre lágrimas, pienso que una ducha no me vendrá mal para despejarme antes de dormir, eso si logro dejar de llorar. Me doy un baño relajante de más de cuarenta y cinco minutos, hasta que con el albornoz y el cabello mojado, me meto en la cama. Y aquí está Jungkook de nuevo, me acompaña constantemente y nunca abandona mis pensamientos.

¿Realmente no me quiere como yo a él? ¿Me está haciendo daño para vengarse del que yo le hice?

«No, no sería capaz, ¡no!» Recibo un mensaje.

📱Mensaje de Jungkook a Jimin. A las 2.14.

¿Dónde estás? Estoy en la puerta de tu casa. ¿Te has ido? Dime algo, Jimin. Me estoy volviendo loco.📱

—Loco me estoy volviendo yo, maldito. ¡Por tu culpa!

📱Mensaje de Jimin a Jungkook. A las 2.15.

No, me he dejado la llave dentro. Estoy en el Senator Marbella Spa Hotel, es decir, que estoy bien atendido y, por favor, déjame en paz esta noche.📱

📱Mensaje de Jungkook a Jimin. A las 2.16.

Lo siento, no sé qué me pasa. Estoy confuso, no te puedo mentir.📱

¿En qué sentido? Yo sí que me siento confuso. En cuestión de segundos, pasa de amarme enloquecido a esa frialdad que odio. Es hielo cuando se lo propone... Me llama «bebé», pero luego lo olvida. Se controla como nunca antes lo ha hecho, pese a suplicárselo yo tantas veces. Me impresiona su capacidad de dominio.

Otro mensaje.

📱Mensaje de Jungkook a Jimin. A las 2.20.

¿Me echas de menos ahora? Piensa bien la respuesta.📱

📱Mensaje de Jimin a Jungkook. A las 2.21.

Sí, te echo de menos. Pero dime, ¿de qué me sirve? Estoy cansado de tu juego.📱

Minutos más tarde, responde.

📱Mensaje de Jungkook a Jimin. A las 2.31.

Dile al chico de recepción quién soy. Estoy abajo.📱

¿Cómo? Salgo disparado de la cama, descalzo, marcando el número de recepción y autorizando que suba. En unos pocos segundos oigo unos golpes en la puerta y, con rencor, pienso que esa madera no es lo único que nos separa ahora.

—Jimin, soy yo.

Abro y, con rostro severo, me somete a un intenso escrutinio. Me enervo al pensar que intenta persuadirme, me sofoco al sospechar su juego. ¿Quiere otro polvo? ¡Cerdo!

—¿Qué haces aquí, Jungkook?

—Vengo a verte —susurra.

—Te has ido y me has dicho que esta noche no querías quedarte conmigo —le reprocho amargamente—. ¿Qué quieres ahora?

—Quedarme —contesta inquieto—. ¿Puedo pasar?

Me echo a un lado, cediéndole el paso. Cierro la puerta y miro su ropa limpia, percibo su olor fresco y masculino... Tan exquisito y guapo como siempre. Y ahora que nos encontramos una vez más cara a cara, las preguntas me asaltan: ¿en qué punto estamos? Sin escudarme en lo cínico que soy a veces y procurando ser yo mismo, le espeto:

—¿Realmente quieres esto?

—Jimin...

—Estar aquí, quiero decir —le aclaro—. No tienes por qué quedarte, no me voy a morir sin ti. Me puedo acostumbrar de nuevo. Estoy muy cansado, Jungkook.

Se decepciona, lo veo en su forma de contraerse. Se intranquiliza con mis palabras. Es una agonía querer y no poder traerlo de vuelta.

—Jungkook, prometí no arrastrarme, pero creo que he roto la promesa muchas veces y no quiero hacerlo más. Entiendo que te cueste asimilar esta situación, pero me jode que me trates de distintas formas.

—¿Me escuchas? —clama impotente.

—No, Jungkook. ¡Yo no soy un muñeco pendiente de tus antojos, de tu comodidad! ¡No me puedes hacer el amor, o follarme, me da lo mismo, con una pasión desbordante y al acabar dejarme tirado como una basura en la puerta de mi casa! —le grito, alejándome, atormentado al decirlo en voz alta —. Creo que no lo merezco, no después de luchar como lo estoy haciendo por nosotros.

—¡Lo sé y lo siento!

Se aproxima con premura, mirándome con desespero y me estampa contra la pared. Cierro los ojos, siento que lo aborrezco. Lo odio.

Lo he perdido.

—Me decepcionas, Jungkook —digo con un hilo de voz—, ¿vienes por otro maldito polvo rápido?¿¡Es en lo que me he convertido para ti!?

—¡No tienes ni idea!

—Tú. —Lo zarandeo—. ¡Tú me haces concebir esta idea! ¡Tú, maldito...! Tú...

Mi voz se apaga. Él me abraza. Avanzamos... retrocedemos.

—No y no, ¡perdóname! —se disculpa, soltándome. Se sienta en el sofá que hay junto al balcón y da una palmada en el asiento contiguo. Suspirando, me dejo caer a su lado—. Me has dicho que estabas seguro, ¿tienes idea de lo que supone eso para mí? Te supliqué tanto para llegar a ese «estoy seguro» y ahora me lo dices sin más. A pesar de que no estamos en nuestro mejor momento, a pesar de hallarnos en un punto de inflexión y de no saber cómo acabará esto.