Caminos solitarios.

—¿Acaso piensas matarme y enterrar mi cuerpo en un camino solitario? —le digo, para ocultar mis crecientes nervios.
Evidentemente no me haría nada así. Pero, entre más nerviosa estoy, menos capaz soy de quedarme callada.
Pone los ojos en blancos.
—Así pasa mucho en los casos de la tv.
—Sí, deberías ver menos tv.
—¿Qué más puedo hacer? De más está decir el poco entretenimiento que ofrece este pueblo.
—Eso es verdad. De todas formas, tiene cierto encanto.
—Pues sí, a veces.
—Como estos caminos solitarios.
—Ajá…
—¿Por qué estás de repente nerviosa?
—Yo, ja, jamás.

—Mientes terriblemente, Clau.
Le saco la lengua porque no se me ocurre otra cosa.
Se carcajea

—Eres una niña boba y linda —me zarandea un poco.
—Tú, también.
—¿Sabéis?, si no te viera como una hermana para mí, te "echaría los perros", pero luego está que me terminarás odiando y dañaríamos nuestra bonita unión familiar.
Mi cara debe parecer un un semáforo en rojo.
- Yo nunca te odiaría.
- Así dicen todas.
- Ninguna habla mal de ti.
- Porque no eres su amiga y no te confían esas cosas. De hecho, ¿Por qué casi no tienes amigas? Eres muy solitaria para tu edad.
- No hay gente digna de mí.
- Pero, las relaciones interpersonales son importantes, además eres inteligente, divertida, bella. Cocinas riquísimo y tienes una lengua rápida.
- Eso último se oyó cochino.
Me mira y se ríe.
- La cochinada está en tu mente, yo lo dije sin nada de doble sentido.
Y de repente se sonroja.
- Ahora sí lo pensaste – le digo acusatoriamente.
- ¡Te reprendo satanás! ¿Ves? Las mujeres son del diablo.
Me río mucho, es verdad.
- No menciones al diablo, que sale en los caminos solitarios; todo el mundo lo dice.
Y nos volvemos a reír.
Se queda serio y me mira con picardía.
- Sí, sale por estos caminos y nos puede empujar; como dice tu mamá.