Capitulo 9: "La vida no sabe que estoy cansada"

Por la mañana, Alma se sienta frente a una pizarra y habla sobre libros que ya no siente. Explica el simbolismo de un poema que antes la conmovía, pero ahora le suena hueco. Mientras sus estudiantes anotan palabras que no entienden, ella intenta que su voz no tiemble.

Nadie nota nada.

Su cansancio ha aprendido a disfrazarse con blusas planchadas y café tibio. A veces cree que su cuerpo ya tiene memoria del insomnio, como si hubiera nacido para vivir desvelado.

—El autor busca reconciliarse con la pérdida —dice mientras subraya una línea en la hoja impresa—. Pero hay ausencias que no piden reconciliación. Solo quieren ser nombradas.

Una estudiante levanta la mano.

—¿Como los muertos?

Alma parpadea. Por un segundo, todo se le hace noche.

—Sí —responde—. Exactamente como ellos.

No dice más. No puede. Tiene miedo de que si se atreve a explicar esa frase, algo se le rompa de verdad frente a todos.

Al salir del aula, enciende un cigarro que no fuma, solo sostiene. Camina lento por el pasillo. La luz del sol le cae encima como si el mundo aún creyera que ella pertenece aquí.

Pero no lo sabe.

La vida no sabe que Alma está cansada.
No solo físicamente. Está cansada de hablar de personajes ficticios cuando cada noche carga con historias que nadie escribió, con nombres que no aparecen en ningún libro. Cansada de responder “bien” cuando alguien pregunta “¿cómo estás?”, como si esa palabra no fuera una mentira más pulida que cualquier metáfora literaria.

Al llegar a casa, cuelga el bolso, se quita los zapatos y se sienta en silencio.

Es temprano. El cielo todavía está claro.

Pero ella ya escucha el eco de la noche acercándose.
Y por primera vez en mucho tiempo, no siente miedo.

Solo una extraña forma de ternura.
Como si ya no le temiera a lo que viene, sino a todo lo que queda atrás.