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Alejandra

Después de que Rafael se fue del restaurante, me quedo sentada unos minutos más, absorbiendo todo lo que acaba de suceder. La cena ha terminado, pero mi mente sigue en un torbellino de pensamientos. Él es un hombre educado, sin duda. Su manera de hablar, su porte, incluso la forma en que se sentó frente a mí, todo en él parecía estar cuidadosamente calculado. Sin embargo, había algo en su actitud que me hizo sentir que estaba frente a un laberinto de paredes frías. Era rígido, como un hombre que lleva el peso de muchas expectativas sobre sus hombros.

Me quedo mirando la mesa vacía, donde los restos de nuestra cena todavía están presentes. El vino, las servilletas cuidadosamente dobladas, y los platos que alguna vez estuvieron llenos de comida, ahora son solo un recordatorio de lo que se siente al compartir una mesa con alguien que, en un abrir y cerrar de ojos, se convierte en un extraño. La forma en que me observó, con esos ojos oscuros que parecían estar estudiándome, me resultó incómoda. Era como si estuviera intentando descifrar cada parte de mí, cada palabra que salía de mi boca. Esa mirada penetrante me hizo sentir vulnerable, expuesta.

A medida que salgo del restaurante, el aire fresco de la noche me envuelve. Camino por la acera, sintiendo el frío en mi piel. La ciudad está iluminada, pero mi mente está sumida en la oscuridad de la incertidumbre. ¿Qué estoy haciendo? La pregunta resuena en mi cabeza como un eco, y no puedo evitar dudar de mi decisión. El viaje es dentro de una semana, y aunque he hecho todo lo posible por convencerme de que esto es lo que necesito, la realidad se cierne sobre mí como una sombra.

Mientras camino, mi mente repasa nuestra conversación. Rafael es un hombre atractivo, eso no se puede negar. Sin embargo, su actitud distante y su forma de hablar me dejaron con una sensación de incomodidad. ¿Cuál es su historia? ¿Qué lo llevó a aceptar esta situación? Hay algo en su vida que parece pesar sobre él, y no puedo evitar preguntarme si seré capaz de cumplir con el papel que se espera de mí.

El bullicio de la ciudad se siente distante, como si estuviera bajo el agua. La vida sigue su curso, pero yo me siento atrapada en este momento de transición. Estoy a punto de asumir un papel que nunca imaginé que tendría que interpretar. La idea de ser la esposa falsa de un desconocido me hace reír nerviosamente. ¿Cómo se supone que voy a encajar en su mundo?

Mientras mis pensamientos se agitan, me doy cuenta de que tengo que ser fuerte. Esta es una oportunidad que no puedo dejar pasar. Necesito estabilidad, y aunque el camino que estoy a punto de tomar es incierto, también es un paso hacia algo nuevo. Pero la presión de la situación me abruma. ¿Podré cumplir con las expectativas de Rafael? ¿Podré hacerle frente a su familia y a la vida que él lleva?

Al llegar a la esquina, me detengo un momento para observar el tráfico. Los coches pasan rápidamente, y la vida de los demás parece seguir adelante sin problemas. Pero yo estoy aquí, en una encrucijada, lidiando con mis propias decisiones. La idea de que Rafael y yo viajaremos juntos me llena de ansiedad. Estaré en un lugar donde todos esperan que interpretamos un papel, y eso me provoca escalofríos.

El hecho de que no sepa mucho sobre él, sobre su vida o su familia, añade otra capa de incomodidad. Me pregunto qué pensarán de mí. ¿Me aceptarán como su esposa? En mi mente, todavía estoy tratando de procesar lo que significa este acuerdo. La incertidumbre se apodera de mí, y aunque intento ser optimista, la realidad de lo que estoy a punto de hacer me hace dudar.

Mientras continúo caminando, mis pies me llevan sin rumbo fijo. No tengo un destino claro, pero necesito aclarar mis pensamientos. La noche es tranquila, y el aire fresco me ayuda a despejar la mente. Sin embargo, la imagen de Rafael sigue presente, su mirada intensa y su postura rígida. Todo en él parece gritar que está acostumbrado a tener el control, y eso me hace sentir aún más pequeña.

En el fondo, hay una parte de mí que se siente atraída por su seriedad. Es un hombre que ha enfrentado desafíos, y aunque su actitud puede ser dura, hay algo en su determinación que me inspira. Tal vez, a través de esta experiencia, pueda encontrar la fuerza que he estado buscando. Pero, ¿será suficiente? ¿Podré adaptarme a su mundo y cumplir con las expectativas que se han impuesto sobre nosotros?

Las luces de la ciudad parpadean a mi alrededor, y me doy cuenta de que necesito hacer un esfuerzo consciente para dejar de lado mis dudas. Debo entrar en este acuerdo con la mente abierta y el corazón dispuesto. No puedo dejar que el miedo me paralice.

Finalmente, decido dar un paseo por el parque cercano. La idea de caminar entre los árboles y dejar que el aire fresco me rodee me resulta reconfortante. Tal vez, al darme un tiempo para reflexionar, pueda encontrar la claridad que necesito.

Al llegar al parque, me siento en un banco y miro hacia el cielo. Las estrellas titilan como pequeñas luces en la oscuridad, y me pregunto si alguna de ellas tiene la respuesta a mis inquietudes.

Después de pasar un tiempo en el parque, sintiéndome un poco más centrada, decido que es hora de hablar con Leonardo. Él ha sido mi amigo y confidente durante tanto tiempo, y necesito su apoyo para enfrentar lo que se avecina. La idea de viajar con Rafael dentro de una semana me llena de incertidumbre, y quiero compartir mis impresiones sobre él con alguien que realmente me conozca.

Al llegar a la casa de Leonardo, siento un nudo en el estómago. Golpeo la puerta y, en cuestión de segundos, él aparece con una sonrisa que se desvanece al ver la expresión en mi rostro.

—¿Qué pasa, Alejandra? —pregunta, su tono se vuelve serio al instante—. Te veo preocupada.

—Necesito hablar contigo. —respondo mientras entro, sintiéndome un poco aliviada por su presencia—. Es sobre el viaje.

Leonardo me invita a sentarme en el sofá, y aunque me siento un poco nerviosa, el calor de su apoyo me da fuerzas.