Los 3 caminantes

Leo se puso delante del niño, preparado para pelear.
Las tres figuras caminaron hacia él, sus pasos sincronizados, silenciosos, como si flotaran.

Uno de ellos habló con voz profunda:

—Nakamura… por fin te encontramos.

Leo apretó los puños.

—¿Quiénes son ustedes?

El segundo encapuchado —más bajo, pero con energía pesada— inclinó la cabeza:

—Somos los Caminantes de la Medianoche… enviados por Él.

Leo sintió un nombre formarse en su mente.
Un nombre que llevaba escuchando desde que todo esto comenzó.

La Muerte.

—¿Él… quiere verme? —preguntó Leo, tratando de no mostrar miedo.

El tercer encapuchado, con voz femenina, se acercó más.

—No quiere verte… te necesita.

Leo dio un paso atrás, confundido.

—¿Para qué?

Ella se quitó la capucha.
Tenía el cabello plateado, ojos tan claros que parecían hechos de luna. Lo miró con tristeza.

—Porque tu destino no es matar monstruos…
Tu destino es decidir entre la vida y la muerte.

Leo sintió que el corazón le latía demasiado fuerte.

—Yo no quiero ese destino —respondió.

Los tres se quedaron en silencio.

El primer Caminante habló:

—Nadie lo quiere. Pero la noche avanza… y pronto lo que viene no podrá detenerse sin ti.

El ambiente se volvió denso. El niño detrás de Leo respiraba agitado.

—Llévenlo a casa —ordenó el Caminante alto señalando al chico—. Él fue testigo de algo que nunca debió ver.

Los otros dos asintieron.

Pero antes de irse, la mujer de ojos lunares rozó el hombro de Leo con suavidad.

—No huyas más de lo que eres.
Leo… la Muerte ya está caminando hacia ti.

Ella desapareció en un destello.
Los otros dos también se desvanecieron junto al niño, como sombras que se disuelven.

Leo quedó solo.

Miró sus manos temblorosas.

—Mierda… —susurró—. ¿Qué se supone que haga con esto?

El viento sopló.
Y entre las ramas, Leo creyó escuchar una voz, suave, profunda, antigua:

“Elige bien, Nakamura.”

La noche lo envolvió otra vez.