Viajes y cartas

El sol no había perdido su brillo; las plantas continuaban en el mismo lugar; las ardillas pasaban corriendo tan rápido como lo hacían un momento atrás; la naturaleza, la vida a nuestro alrededor seguía siendo la misma, indiferente a lo que sentía en ese momento después de escuchar las palabras de Víctor.

Un chico había asesinado a otros cinco.

Y el mismo había estado en mi casa.

¿Cómo se supone que deba interpretar algo así?

La cabeza me daba vueltas; toda la calma que me había acompañado hasta el momento, de pronto se esfumó. En mi mente se formaban todo tipo de posibles respuestas, cada una más inverosímil que la anterior.

Esa semana había comenzado de la forma más normal, pero cada día trajo consigo una nueva noticia, una nueva pregunta, un nuevo problema…

Entonces me fijé en que Víctor seguía viéndome, aparentemente esperando una respuesta de mi parte. No podía dársela, ni siquiera podía dármela a mí misma.

—¿Y qué hacías cerca de la casa de Beth? —salió Louis en mi rescate, con una pregunta que no se acercaba a la que realmente quería formular, pero que servía por el momento—. Si no lo recuerdo mal, tú vives cerca de la iglesia.

—Eso… es que yo… —titubeó un momento, antes de quedarse callado y con la cara casi tan roja como su cabello. Era evidente que sus intenciones no fueron buenas, y ahora no sabía cómo explicarlas.

—Ya lo imagino —soltó Louis, viéndolo con una sonrisita—. Parece que el friki volvió con sus antiguos juegos. Por lo menos me estoy quedando en tu casa, Beth. Ya no tienes que preocuparte por este —señaló con desprecio a Víctor.

—¡¿Que estás qué?! —se escandalizó cuando escuchó esto último—. Pensé que solo eran amigos…

—Y lo somos —intervine antes de que Louis soltara un mal comentario, de pronto recuperando mi voz y poniendo en orden mis ideas—. Ya hemos hecho esto otras veces, no es nada extraño. Tómalo como una pijamada que se extiende por varias noches.

—Pero eso ya debes saberlo, ¿cierto, Young?

Víctor ignoró esa última pregunta, y con más calma siguió hablando.

—Solo pasaba por la calle de Beth, y una sombra en su habitación llamó mi atención. Pensé que serías tú —dijo, señalando a Louis—, pero entonces abrió la ventana y saltó hasta el jardín. Reparé mejor en él y vi que era otro chico.

—Y tus celos te obligaron a seguirlo —interrumpió mi amigo en tono burlesco.

—¡¿Podrías dejar de interrumpirme?! —explotó Víctor, con una mueca de enojo que iba dirigida a Louis.

La protesta repentina pareció dejarlo sin habla, porque no dijo nada y solo se lo quedó mirando con algo parecido al respeto. Era lo más falso que había hecho en su corta vida.

—Lo seguí porque me pareció algo extraño, que saliera así de tu casa, y solo lo perdí de vista cuando entró en la Casa Fantasma. El resto de la historia ya la conocen.

—¿Y le dijiste todo esto a tu padre? —consulté después de un minuto de silencio.

—No, no lo hice. No quería que esta historia te causara algún problema, y después de todo las pruebas no son suficientes para asegurar que él fuera el culpable.

—Y ahora nos vas a pedir algo a cambio —aseguró Louis—. Por eso nos dijiste estas cosas.

—La verdad es que sí quiero algo —asintió Víctor, tomándonos por sorpresa. Sí, ni siquiera Louis se esperaba una respuesta tan directa.

—Lo sabía —exclamó sin mucha convicción; aún no se lo creía. Era algo épico ver que mi mejor amigo se quedara sin palabras, y más aún saber que el causante de ello fuera uno de los chicos a los que más abiertamente demostraba su desprecio.

—Solo te pido una cosa, Beth —la seriedad de su tono llamó mi atención—. Quiero que me digas quién era ese chico.

—A mí también me encantaría saberlo —respondí—. Lo cierto es que no tengo nada claro desde que mencionaste lo de verlo salir de mi casa. Y ahora me siento muy insegura al saber que estuvo en mi habitación y no me di cuenta.

“Lo cierto es que no me di cuenta de muchas cosas que pasaron la noche del lunes…”