Cap 18: “Cartas bajo la almohada”

Desde que Eva y Sebastián se despidieron, algo en la casa de Isabella cambió. El silencio se sentía más denso, más largo… pero también más necesario. Isabella se refugiaba en los pequeños momentos: las risas de Valentina, los dibujos de Nicolás, las plantas de la terraza. Ya no lloraba por Emmanuel. Ahora lloraba por lo que había olvidado de sí misma.

Una noche, mientras acomodaba las habitaciones de sus hijos, encontró algo bajo la almohada de Nicolás. Era una carta. No estaba firmada. Al abrirla, su corazón se apretó:

> “Mami, si estás leyendo esto es porque ya no estabas llorando. Gracias por cocinar rico, por abrazarme fuerte, por no rendirte. Aunque a veces estés triste, yo sé que tienes un superpoder que nadie ve: amarnos como si todo estuviera bien. Yo te veo, mami. Y te amo.”

Isabella apretó el papel contra su pecho. No era una carta cualquiera. Era la confirmación de que había sembrado bien.

En la habitación de Valentina, sobre la mesa, encontró otra hoja: esta sí firmada por su hija. Dibujos, corazones, y un párrafo escrito con sinceridad brutal:

> “Mamá, yo no sé cómo hiciste para aguantar tanto dolor, pero lo hiciste. Me enseñaste a perdonar sin que me lo dijeras, y a seguir adelante sin quejarme tanto. Cuando sonríes, yo quiero ser como tú. Te amo, mamá.”

Esa noche, Isabella no durmió. Se quedó sentada frente al espejo, viéndose con otros ojos. Entendió que no era solo la exesposa de Emmanuel. Era la madre de dos almas increíbles. Era la sobrina de Julián Esteban. Era descendiente de Julián y Mateo. Era parte de un amor que venía de generaciones... un amor así.

Por la mañana, bajó a desayunar. Nicolás ya tenía todo servido, y Valentina le había preparado una flor de papel.

—Mami, ¿hoy te sientes bien?

Isabella no respondió. Solo los abrazó con fuerza.

—Hoy... me siento viva.

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