Capítulo 14: Fragmentos del Pasado

Marina se despertó con un sobresalto, su corazón latiendo desbocado. El frío en la celda parecía más penetrante que antes, y su mente todavía estaba nublada por el impacto del último encuentro con el psicópata. La visión del cuchillo y el vapor oscuro continuaban atormentando sus pensamientos.

Se incorporó lentamente, tratando de sacudirse el sentimiento de desorientación. La celda parecía igual de lúgubre y fría, pero esta vez había algo diferente: el silencio era más opresivo, como si el lugar mismo contuviera la respiración.

La puerta se abrió de golpe, y el psicópata apareció, esta vez con una expresión inusualmente seria. Llevaba una caja más pequeña y menos decorada que la anterior. Marina no podía dejar de preguntarse qué nueva tortura le esperaba.

—Hoy —dijo él, mientras entraba—, he decidido hacer algo un poco diferente. Pero antes de eso, quiero que veas algo.

El psicópata colocó la caja en una mesa cercana y la abrió. Dentro había una serie de objetos y documentos, que incluían fotografías y papeles amarillentos. También había un viejo reloj de bolsillo con un diseño intrincado. El psicópata sacó uno de los papeles y lo extendió sobre la mesa, mostrando una antigua fotografía en blanco y negro.

—Esta —dijo él, señalando la foto— es de una época en la que la gente aún creía en el honor y la justicia. Miren esos rostros, esos ojos llenos de esperanza.

Marina se acercó con cautela, tratando de ver la foto más de cerca. En ella aparecían varios hombres y mujeres vestidos con ropas de época, en lo que parecía ser una ceremonia o evento formal. Sus miradas eran severas, pero había algo en la forma en que estaban alineados que sugería una conexión profunda y una tradición.

—Esta foto —continuó el psicópata— fue tomada en una de las primeras reuniones de una sociedad secreta a la que pertenecían mis ancestros. Era un grupo dedicado a buscar la verdad y la justicia, pero con un enfoque... menos convencional.

Marina lo miró, sin poder evitar sentir una mezcla de repulsión y curiosidad. ¿Cómo encajaba todo esto con la tortura y la locura que había experimentado hasta ahora?

—Voy a mostrarte algo que creo que te dará una perspectiva diferente —dijo el psicópata mientras sacaba otro objeto de la caja: un viejo diario encuadernado en cuero desgastado—. Este diario perteneció a uno de los miembros más importantes de esa sociedad.

El psicópata comenzó a pasar las páginas del diario, revelando notas manuscritas, diagramas y dibujos perturbadores. Algunos de los dibujos eran grotescos, representando rituales extraños y figuras oscuras. Otros eran más personales, con notas sobre experiencias y observaciones.

—Cada página de este diario —explicó el psicópata— revela un fragmento del pasado, un pedazo de la historia de aquellos que vinieron antes que yo. La locura que ves en mí, Marina, tiene raíces profundas, arraigadas en una tradición de misterio y oscuridad.

Marina intentó asimilar lo que el psicópata le estaba mostrando. Las páginas del diario estaban llenas de detalles inquietantes, pero había algo en el enfoque del psicópata que le parecía casi académico, como si estuviera tratando de transmitir un conocimiento ancestral en lugar de simplemente torturarla.

—Ahora —dijo él, cerrando el diario—, quiero que observes esto.

El psicópata sacó una pequeña caja de madera y la abrió, revelando un par de antiguos instrumentos quirúrgicos. Uno de ellos era un cuchillo afilado, y el otro parecía ser una especie de pinza. Ambos estaban limpios y brillantes, como si fueran utilizados con regularidad.

—Estos —dijo el psicópata— son herramientas de precisión, esenciales para realizar ciertas tareas. Hoy, vamos a hacer una pequeña demostración.

Marina sintió un escalofrío recorrer su cuerpo al ver los instrumentos. El psicópata se acercó a ella con una sonrisa inquietante.

—No te preocupes, no voy a hacerte daño —dijo él—. Pero quiero que veas cómo se utiliza cada herramienta. Quiero que comprendas la importancia de la precisión y el control.

El psicópata tomó el cuchillo y comenzó a realizar movimientos precisos sobre una pieza de carne cruda que había traído con él. La carne se movía con cada corte, revelando una habilidad y una paciencia que eran casi artísticas. Marina observaba con horror, su mente luchando por no visualizar lo que el psicópata estaba haciendo.

—Esto es —dijo él— lo que se requiere para mantener el control en medio del caos. Cada movimiento debe ser calculado, cada decisión debe ser tomada con cuidado.

Marina intentó mantener su mente ocupada, forzándose a mirar el suelo en lugar de los instrumentos. La visión de la carne y los cuchillos estaba afectando su concentración, y sentía que el pánico estaba comenzando a aflorar de nuevo.

De repente, el psicópata dejó los instrumentos y se acercó a Marina con un aire de satisfacción.

—Ahora que has visto una pequeña muestra —dijo él—, quiero que entiendas lo que está en juego. Cada uno de nosotros tiene una historia, un pasado que lo define. Lo que estoy haciendo contigo es solo una forma de conectar esos fragmentos, de unir las piezas del rompecabezas.

Marina lo miró, su mente trabajando a toda velocidad. ¿Qué quería decir con eso? ¿Cómo encajaba ella en esta historia? ¿Qué papel estaba destinada a jugar en el esquema retorcido del psicópata?

El psicópata comenzó a recoger los objetos y a guardarlos en la caja. Mientras lo hacía, Marina no pudo evitar sentir un creciente sentimiento de desesperación. Sabía que cada día en esa celda era una prueba de resistencia, y cada nueva revelación solo hacía que la situación fuera más confusa y aterradora.

Cuando el psicópata terminó de guardar los objetos, se volvió hacia Marina con una expresión de calma inquietante.

—Recuerda, Marina —dijo—, que todo esto tiene un propósito. Lo que estás experimentando es solo una parte de una historia mucho más grande. Y mientras más comprendas, mejor podrás enfrentar lo que viene.