Capitulo 3

La Marca del Despertar

Lena no durmió esa noche. El archivo titulado “Operación Olvido” giraba en su mente como un eco que no dejaba de retumbar. Todo lo que había creído cierto hasta ese momento se desmoronaba frente a ella, y la sensación de traición se apoderaba de su ser. Había sido un engranaje en una máquina perfecta, pero ahora sabía que todo había sido manipulado. Mnemósine, el sistema que había guiado su vida, había controlado cada pensamiento, cada recuerdo, cada paso que había dado. Y ahora, algo había despertado en ella: la conciencia de que era más que una simple pieza de un rompecabezas.

Al amanecer, se levantó con una determinación inquietante. Sabía que su vida nunca volvería a ser la misma, y ese pensamiento, aunque aterrador, le daba una extraña sensación de libertad. Había decidido actuar, pero no tenía ni idea de por dónde comenzar. Los archivos que había encontrado eran claros en su contenido: había otros, como ella, a los que el sistema había manipulado de manera similar. Había una red de personas que comenzaban a despertar, a recordar, a cuestionar lo que se les había enseñado.

Se vistió sin preocuparse demasiado por su apariencia, como si el hecho de que su identidad estuviera siendo moldeada por algo más que ella misma le hubiera arrebatado el interés por los detalles superficiales. El uniforme blanco de ingeniera, la indumentaria reglamentaria de la Sociedad Olvidada, ya no le resultaba tan cómodo. Era una prenda que representaba el control, el orden. Un símbolo del sistema que ahora la oprimía.

Caminó por las calles del Distrito Central, pero la familiaridad de su entorno ya no la tranquilizaba. A cada paso, la mirada de los ciudadanos a su alrededor parecía vacía, como si todos estuvieran atrapados en una misma niebla. La gente caminaba en silencio, guiada por Mnemósine. Nadie hablaba, nadie reía, nadie se detenía a mirar a los demás. Había una barrera invisible que separaba a los individuos, una desconexión palpable que se hacía más evidente a medida que Lena avanzaba.

En la esquina de una plaza, una pantalla holográfica proyectaba el rostro de un funcionario del gobierno, anunciando el progreso continuo del sistema de control y el éxito de la “Operación Estabilidad”. Lena se detuvo un momento, mirando la pantalla con desdén. La propaganda, tan pulida, tan perfecta, nunca le había parecido extraña. Pero ahora la veía por lo que realmente era: una mentira, una fachada construida para mantener a la gente en la ignorancia.

"El progreso es la memoria de la humanidad. Aquellos que no recuerdan, no avanzan."

Esas palabras quedaron grabadas en su mente. Era un mantra del sistema, algo que se repetía en todos los rincones de la ciudad. Recuerda solo lo que el sistema quiere que recuerdes. No cuestionar. No sentir. Y ahora Lena se encontraba frente a esa verdad, a la idea de que había sido programada para olvidar, para ser una pieza más que no pudiera desafiar el control.

Decidió que iría a ver a Kiran. Si alguien podía ofrecerle respuestas, era él. Había algo en su comportamiento que no encajaba con el resto de los ciudadanos. Kiran no era como los demás. Su comportamiento, sus palabras, su forma de mirar… todo era diferente. Como si todavía pudiera ver más allá de las sombras que cubrían la realidad.

Cuando llegó a su apartamento, el pasillo estaba vacío, como siempre. La puerta de Kiran estaba ligeramente entreabierta. Lena no dudó y la empujó, entrando con cautela. Kiran estaba allí, sentado frente a su terminal, aparentemente concentrado en algo, pero cuando ella entró, levantó la vista de inmediato.

—Lena —dijo, como si ya esperara que viniera—. Sabía que ibas a venir.

—¿Qué está pasando? —preguntó Lena, su voz temblorosa por la mezcla de miedo y rabia. No podía creer que estuviera haciendo esto, pero ya no podía dar marcha atrás—. ¿Qué significa todo esto? ¿Por qué… por qué me hicieron esto?

Kiran se levantó de su asiento y caminó hacia ella. Sus ojos, tan oscuros como la noche, reflejaban una tristeza profunda, pero también una determinación que ella no había visto antes.

—El sistema nos ha estado controlando, Lena. Nos ha borrado, nos ha manipulado, pero hay más personas como tú. Hay otros que están empezando a despertar. —Sus palabras fueron suaves, pero cargadas de una intensidad palpable—. Y tú, Lena, tienes algo que los demás no tienen. Algo que no pueden borrar tan fácilmente.

—¿Qué? —Lena sentía que algo dentro de ella estaba a punto de estallar. La información era demasiado para procesarla de una sola vez.

Kiran hizo una pausa, como si estuviera eligiendo cuidadosamente sus palabras. Luego, dio un paso hacia ella y susurró, casi en un tono conspiratorio:

—Tienes la marca del despertar. Es algo raro, un fenómeno que no se ha estudiado mucho, pero es real. Algunas personas tienen la capacidad de recordar, de acceder a las memorias perdidas, incluso sin la intervención de Mnemósine. Y no todos lo logran. El sistema hace todo lo posible para erradicarlos, para que nunca podamos reconstruir lo que hemos perdido.

Lena se alejó un paso, tratando de asimilar lo que estaba escuchando. ¿Cómo podía ser esto posible? Siempre había vivido con la seguridad de que todo lo que recordaba era lo único que existía. Y sin embargo, Kiran hablaba de recuerdos borrados, de una verdad más allá de lo que el sistema le había permitido ver.

—Pero… ¿por qué me dijeron que olvidara? —preguntó con voz quebrada. La confusión era abrumadora.

Kiran la miró fijamente, su rostro tenso. Parecía estar a punto de decir algo, pero se detuvo. Se acercó a una mesa y recogió un dispositivo pequeño, lo activó y le mostró una imagen en la pantalla. Era un mapa del Distrito Central, pero lo que más le llamó la atención a Lena no fue el mapa en sí, sino un punto rojo parpadeante en el centro.

—Este es el núcleo del sistema —dijo Kiran—. Aquí es donde todo se controla. Mnemósine, la memoria compartida, todo. Pero también es donde se realizan los ajustes. Si no actuamos pronto, más personas despertarán, pero será demasiado tarde. El sistema no permitirá que el despertar se propague.