Capítulo 10 – Mi raíz, mi reflejo

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Hoy me miro y me reconozco,
aunque próximamente cumplo 15 años.

No soy una adulta, pero tampoco soy la misma niña de antes.
He vivido cosas que me transformaron.
He sentido cosas que no siempre supe explicar.
Y, sin embargo, acá estoy:
más yo que nunca.

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Soy una persona fuerte, luminosa, sensible.
Soy alguien que escucha al universo y también a su alma.
Pero todo eso no nació solo.
Vino de dos luces que me acompañan desde siempre:
mi mamá y mi hermanita.

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Mi mamá es mi raíz.
La mujer más fuerte que conozco.
Crecí viéndola resistir, luchar, amar sin pedir nada a cambio.
Ella no necesitó gritar para enseñarme.
Me enseñó con su forma de estar. Con sus silencios. Con su mirada.

Cuando pienso en la palabra guerrera, pienso en ella.
Porque ella sabe.
Ella sabe por qué.

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Y mi hermanita…
Ella es mi reflejo.
Llegamos juntas a este nuevo país,
y aunque yo era apenas una nena,
desde entonces sentí que tenía una misión:
cuidarla, protegerla, estar.

Verla crecer me enseñó a crecer también.
Me mostró lo que es la ternura verdadera.
El amor sin condiciones.

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A veces me preguntan cómo hago para seguir adelante, para ser tan positiva, para no perder la esperanza.
Y la verdad es simple:

Porque las tengo a ellas.

Porque aunque el mundo se mueva,
ellas son mi centro.
Porque mi hogar no es una casa.
Es su abrazo.
Es su energía.
Es la paz que me dan, incluso cuando todo se vuelve ruido.

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No soy perfecta.
Tuve miedo, dudas, oscuridades.
Pero cada vez que sentí que me caía,
ellas eran mi impulso.

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Hoy entiendo que si soy quien soy,
es porque me criaron con amor.
Y el amor deja raíces tan fuertes que ni el viento más fuerte las puede arrancar.

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Esa noche, con el alma en calma, escribí:

> “Estoy creciendo.
Estoy cambiando.
Pero hay algo que no cambia:
todo lo que soy…
lleva su luz adentro.”

✨💫🫶