Capítulo 5. Familia

—Sí, mamá, te prometo que iremos a cenar, pero ya no llores, por favor —digo, pasando la mano por mi frente.

—Déjame hablar con ella.

—Alexander, no, es mi mamá —grito en un susurro alto, lo suficiente para que ella escuche, como siempre.

—¿Por qué no quieres que hable con tu esposo? —pregunta, indignada.

—¿Ves lo que haces? —le grito, señalando el teléfono mientras él, despreocupado, lo toma y comienza a hablar con mi madre como si se conocieran de años.

—¡Buenos días! Disculpe el mal rato. Le explicaremos todo en cuanto lleguemos a su casa, pero ahora tenemos un detalle pendiente. Eso sí, que quede claro: no quisimos dejarla fuera de nada, la queremos mucho —dice Alexander con su sonrisa encantadora.

—No le digas esas cosas a mi mamá y devuélveme el teléfono.

—¡Alexa! No seas grosera. Al menos tu esposo tiene la decencia de dar la cara. A ti te crié y ni siquiera me invitaste a tu boda.

—¡Mamá! Creí que habías dejado el tema. Estoy organizando las cosas para ir a tu casa. Relájate, te aviso cuando compremos el vuelo —respondo, rodando los ojos.

—Dile a tu esposo que traiga el ponche. Tú siempre has sido tacaña para escoger eso —grita, y Alexander la apoya de inmediato, como si fueran viejos amigos. Me estan sacando canas verdes.

—Mamá, voy a colgar. Te amo —suspiro, casi derrotada.

Alexander sonríe, y yo lo fulmino con la mirada:

—Ya que te hizo muchísima gracia hablar con mi madre, espero que sea lo mismo con tu familia.

—Mi familia tiende a ser un poco… estricta. Les escribí que iremos para las festividades de fin de año. Para esa fecha ya estarán más tranquilos —murmura mientras hace su maleta.

—Les vamos a explicar a todos que esto fue una confusión, ¿verdad?

—Claro —responde, ayudándome a ponerme las zapatillas—. Solo aseguremos primero anular el matrimonio.