Prólogo

Emilia Walker llevaba una cómoda vida con solo los cuatro sentidos primordiales, privándola del habla en el mismo instante en que nació. Nunca profirió una palabra, ni nunca lo haría… Al menos en esa vida.

Aunque la vida no le resultó completa por ese lado, estaba dichosa. No podía quejarse porque no era un impedimento para su día a día. Después de tomarse un año sabático, con diecinueve años pronto iría a la prestigiosa universidad de New York. Tenía una familia cómoda que la apoyaba y… Hasta ahí.

La verdad era que a pesar de tener a su familia, se sentía solitaria porque no podía conectar con ellos, ni tampoco podía en el ámbito social. No tenía a ninguna persona para llamar amigo, y los intentos de relación sentimental siempre terminaban en fracaso. Ninguna persona la llenaba como si ella no perteneciera a ese mundo.

Pero suponía que estaba bien con ello. Aprendió a vivir con esa sensación.

Ahora junto a su familia harían un último viaje antes de que Emilia se adentrara de lleno a los estudios.

El destino era Forks, un lugar relajante y alejado de la tecnología, donde el cielo casi siempre se veía parcialmente nublado con cero asomo de los rayos del sol y con una naturaleza extensa que podría albergar animales salvajes, según las reseñas. Un pueblo pequeño donde todos se conocían y que poco a poco comenzó a hacerse famoso a los largos de los años.

Perfecto para Emilia.

Sólo que, un dato que se había omitido hasta ahora, era que la verdadera vida que le correspondía a Emilia, empezaría allí, en ese pueblo, pero no en el mundo que conocía ni actual tiempo.