Capítulo 1: La Presa y el Cazador

El crujido de las hojas secas bajo sus botas rompía el silencio de la noche. Riven avanzaba entre los árboles, con la mano lista sobre la empuñadura de su espada. El contrato había sido claro: una aldea al sur estaba siendo aterrorizada por una criatura que mataba ganado y arrancaba a los aldeanos de sus camas. Una bestia sin nombre, un depredador nocturno.

Las historias de los lugareños eran contradictorias. Algunos hablaban de un lobo gigante, otros de un demonio con garras como guadañas. Riven sabía que la verdad rara vez era tan fantástica como los relatos de borrachos. Lo único seguro era que el monstruo acechaba cerca, esperando su próxima víctima.

Se detuvo. Un hedor putrefacto flotaba en el aire. La señal de que estaba cerca. Se agachó junto a un árbol caído, examinando las marcas en la corteza. Garras afiladas, cortes profundos. Su presa no era un simple animal.

Un gruñido bajo retumbó en la oscuridad. Riven desenfundó su espada, su pulso se aceleró. No era miedo, era la anticipación de la caza.

—Vamos, muéstrate… —murmuró, fijando la vista en la negrura del bosque.

Dos ojos brillantes se encendieron entre las sombras. La bestia estaba allí. Y él estaba listo.