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El Camino de Leche brillaba como un reguero de estrellas sobre la estepa veraniega, mientras el viento susurraba suavemente entre las hojas del extenso sauce, que había dejado caer sus verdes trenzas al fondo de un ancho barranco. La pequeña fogata terminaba de apagarse.

Una joven yacía sobre la suave hierba, cubierta por una gruesa capa, apoyada en el hombro de un hombre. Su largo cabello oscuro cubría en parte su cuerpo desnudo, y en sus ojos felices se reflejaban las estrellas brillantes. Jugaba traviesamente con la yema de su dedo sobre el torso desnudo de su amado: su pecho, su cuello, donde colgaba un pequeño colgante en forma de caballo galopante, sus hombros. Él atrapó su mano y la besó con ternura. La piel de sus manos estaba curtida por el sol de la estepa y endurecida por las armas, pero eso no impedía que sus dedos fueran increíblemente delicados y sus caricias, mágicas.

— Lucharé por ti, porque Zajar no se rendirá — dijo el hombre, contemplando el rostro de la muchacha con amor.

— No tiene opción.

— No creo que él lo vea así. Tiene el respaldo de un linaje respetado, y ya te consideraba suya. Decía a todos que traería a casa a la dueña de la "Estrella de la Estepa" y devolvería la reliquia a su familia.

— Eso es lo que ellos creían. Yo nunca di mi consentimiento. Yo esperaba.

— ¿A qué?

— A ti...

— Pero yo solo soy un guerrero… No tenía derecho a ti.

— Soy una mujer de la estepa, así que la voluntad de un hombre solo será ley para mí si lo reconozco como mi esposo. A él no lo reconocí. Zajar debe aceptarlo.

— Nos odiará.

— El odio solo deforma aquellas almas donde ya habita la oscuridad — dijo la joven encogiéndose de hombros y sonriendo con picardía. — Además, ¿para qué quiero un hombre que puede convertirse en demonio con tanta facilidad?

— Él te ama, y tú elegiste a otro.

— No. No me ama. Me desea. Amar es querer el bien de la persona amada, no intentar poseerla como un trofeo de guerra. Y yo no soy un saco de oro para cambiar de dueño en silencio.

— Las mujeres… Son impredecibles, asombrosas y peligrosas criaturas.

— Somos diferentes. Igual que los hombres. Tú eres un guerrero, un protector. Deseas salvar, ayudar, preservar. Zajar, en cambio, solo sueña con dar órdenes y recibir honores. A pesar de los esfuerzos de su padre, nunca entendió que ser líder de un pueblo es, ante todo, una responsabilidad. Necesita la "Estrella de la Estepa" porque ansía poder, pero no tiene idea de adónde nos llevará si la consigue. Está condenado a la derrota. La única cuestión es cuánto costará esa derrota para los demás.

— No todos pueden aceptar la derrota, y mucho menos resignarse.

— ¿Tú podrías? ¿Renunciarías a mí si te dijera que no te amo?

— Estaba más preparado para eso que para tu amor — sonrió el hombre. — Soy un guerrero que nunca se ha rendido, pero tú conquistaste mi corazón con una sola mirada. Sin embargo, no lucho contra las mujeres, así que pensaba dejarte mi corazón como un justo trofeo y no interferir en tu vida. Me habría bastado con saber que existías en este mundo. Pero si me has amado, estaré a tu lado mientras me necesites, y encontraré el camino de vuelta a ti, sin importar cuán lejos me envíe el Destino... — el hombre se inclinó hacia ella y la besó con ternura.

— ¿Lo prometes?

— Lo juro...

El colgante de la joven brilló suavemente al aceptar el juramento, pero la luz de las estrellas ya jugaba sobre los cuerpos jóvenes, ajenos a los fenómenos místicos. A ellos les interesaba algo completamente distinto.

La estepa veraniega escuchaba pensativa los sonidos de la pasión sincera, mientras las altas hierbas cosquilleaban a los jóvenes amantes, quienes solo tenían una noche por delante… El Destino les había preparado un camino largo y difícil para su amor, la mayor parte del cual transcurriría en otros tiempos, en otra época...

Fin

Kyiv 2020