Capítulo 4: Ecos del Pasado

La noche cubría Silver Creek con su manto oscuro, pero el pueblo no estaba en calma. Las luces de las lámparas en las calles temblaban al compás del viento, y las sombras parecían danzar sobre las fachadas de madera. Nathan estaba en su despacho, con los codos apoyados en la mesa y la carta amenazante frente a él. Las palabras resonaban en su mente, como un eco persistente: “No es prudente que siga ahí”.

El sheriff sabía que había algo más grande detrás de los hombres que habían atacado el pueblo. Y, sin embargo, todas las pistas parecían llevarlo de vuelta a Abigail Carter. Su llegada no era una coincidencia.

—Sheriff, ¿de verdad cree que ella tiene algo que ver con esto? —preguntó Aidan, que lo observaba desde la puerta, con una expresión de duda.

Nathan levantó la mirada y negó con la cabeza.
—No lo sé, Aidan. Pero esa mujer no es quien dice ser.

—¿Y si está aquí para ayudarnos? —preguntó Aidan, su voz apenas un murmullo.

Nathan frunció el ceño. Era una posibilidad que no podía ignorar, pero tampoco podía confiar ciegamente en ella. El precio de un error podía ser demasiado alto.

—Mantente alerta, Aidan. No quiero más sorpresas esta noche.

Aidan asintió y salió, dejando a Nathan solo con sus pensamientos.

Mientras tanto, Abigail estaba en su habitación de la posada, sentada junto a la ventana. Observaba el pueblo en silencio, su pistola descansando sobre la mesa. Había algo en el aire que la inquietaba, una sensación de que algo estaba a punto de suceder.

Sus pensamientos se detuvieron cuando escuchó un ruido proveniente del pasillo. Se levantó con rapidez, tomando su pistola y acercándose a la puerta. La abrió lentamente y encontró a una figura encapuchada avanzando hacia la escalera.

—¡Alto! —ordenó, apuntando con el arma.

La figura se detuvo, girando apenas lo suficiente para dejar ver un destello de acero: un cuchillo. Sin dudarlo, Abigail disparó, el sonido resonando por toda la posada. El hombre cayó al suelo, soltando el cuchillo, y comenzó a arrastrarse hacia la escalera.

—¡¿Qué demonios está pasando aquí?! —gritó Nathan, apareciendo con su revólver desenfundado.

—Un intruso —respondió Abigail, sin apartar la mirada del hombre herido—. Intentaba entrar a mi habitación.

Nathan se acercó con cautela, quitándole el arma al hombre antes de girarlo para verlo de frente. Era uno de los hombres que había escapado durante el ataque al pueblo.

—Esto ya no es una coincidencia —dijo Nathan en voz baja, mirando a Abigail con una mezcla de desconfianza y curiosidad—. ¿Quién demonios es usted realmente?

Abigail mantuvo su compostura, pero sabía que ya no podía seguir ocultándolo.

—Alguien que ha sobrevivido a hombres como él antes. Y si no hacemos algo, Silver Creek podría no sobrevivir esta vez.

Nathan la miró, buscando respuestas en sus ojos. Pero lo único que encontró fue una determinación férrea y un miedo que ella ocultaba bien.

—Entonces será mejor que empiece a hablar, señora Carter. Porque lo que sea que esté pasando, no voy a permitir que destruya este pueblo.

Abigail asintió, pero antes de que pudiera responder, un grito resonó desde la calle principal.

—¡Fuego! ¡La taberna está en llamas!

Nathan maldijo por lo bajo y corrió hacia la salida, seguido de cerca por Abigail. Al llegar a la calle, vieron las llamas devorando la taberna, iluminando el pueblo con un resplandor anaranjado. Los habitantes comenzaban a salir de sus casas, algunos con cubos en las manos, otros gritando por ayuda.

—Esto es solo el principio —murmuró Abigail, apretando los puños mientras observaba el caos.

Nathan la miró de reojo, consciente de que sus palabras eran una advertencia que no debía ignorar.

¿Quién envió al intruso y qué más está por venir para Silver Creek? ¿Creen que Abigail revelará finalmente su pasado? ¡Compartan sus pensamientos! ¡Nos vemos en el próximo capítulo!