Prólogo

JOAN

¿Alguna vez han sentido que su vida es una película, pero que ustedes no son los protagonistas? Que están ahí, en la pantalla, sonriendo, haciendo chistes y cumpliendo el papel del chico popular y divertido, pero que en el fondo, esa no es la película que realmente quieren vivir. Ese era yo, Joan Wilmore. Con 17 años, me había ganado el título de "Pan de Dios", tenía amigos por montones y era el alma de la fiesta. Sonaba perfecto, ¿verdad? Y a mis padres les encantaba. Pero si me miraban de cerca, podían ver que el brillo de mis ojos era un poco menos intenso que el de mi sonrisa.

Por mucho tiempo, viví en una burbuja de negación, en una casa de espejos donde no podía ver mi verdadero reflejo. Creía que si ignoraba esa parte de mí, simplemente desaparecería. Pensaba que si seguía el guion de la vida que todos esperaban, la incomodidad y el vacío que sentía se irían. Pero no es así como funciona el mundo. Las mentiras, incluso las que nos decimos a nosotros mismos, tienen un peso y un precio, y terminan por explotar de la forma más dolorosa posible.

La presión de encajar, de ser "normal", se vuelve una carga insoportable. Te alejas de las personas que más te quieren, y te sientes solo incluso en medio de una multitud. Pero un día, esa burbuja se rompe, y el mundo que creías que era tuyo, se desmorona. En ese momento, solo hay dos caminos: seguir mintiendo o aceptar la verdad.

Yo elegí la verdad, y fue la decisión más liberadora y aterradora de mi vida. Me di cuenta de que la felicidad real no se encuentra en las expectativas de los demás, sino en aceptarte a ti mismo, con todas tus imperfecciones. Así que sí, mi historia es un poco caótica, llena de un accidente de moto, un trato loco, un chico que era todo lo contrario a mí, y un viaje inesperado. Pero al final del día, es mi historia. Y si hay algo que quiero que se lleven de ella, es que ser uno mismo es un acto de amor y la cosa más hermosa que puedes hacer por ti mismo.