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Todo comenzó como un día normal… hasta que decidí que sería buena idea ir a correr al parque para “olvidar a Julián” y demostrar que soy fuerte e independiente.

Spoiler: no terminó siendo normal.

Primero, tropiezo con mi propia zapatilla al intentar calzarla.
Segundo, me resbalo en el césped mojado justo frente a un grupo de personas… incluyendo Julián y Nico, quienes casualmente estaban haciendo picnic.

—¡Sofí! —gritó Julián, entre risas y preocupación—. ¿Estás bien?
—Sí… sí, totalmente… esto era parte de mi plan de fitness —dije, mientras me levantaba y trataba de disimular la humillación.

Intenté correr, pero mi pantalón decidió romperse justo en la parte menos conveniente.
—Bueno… esto… no era lo que planeé —murmuré, intentando cubrirme con los brazos y un árbol cercano.

Mientras intentaba recomponerme, tropecé de nuevo, esta vez con un perro que pasaba corriendo. El perro me miró como diciendo: “Realmente necesitas clases de coordinación”, y Julián no pudo contener la risa.

—Sofi… —dijo, intentando contener la carcajada—. Tu día de suerte acaba de comenzar, ¿verdad?
—Sí… suerte… —susurré, mientras la gente alrededor intentaba contener la risa también.

Laura, al enterarse por videollamada (sí, siempre tiene que supervisar mis catástrofes), exclamó:
—¡Esto es épico! ¡Debes documentarlo y venderlo como tutorial de “cómo NO conquistar a un chico”!

Al final, terminé sentada en un banco, cubierta de barro, con mi dignidad desaparecida y Julián a mi lado, tratando de consolarme entre risas.
—Sofi… —dijo—. Creo que hoy ganaste el premio a la mejor comedia romántica en vivo.

Y mientras me secaba las lágrimas (de risa y vergüenza), entendí algo: la vida con Julián nunca será aburrida… ni tranquila… ni libre de humillaciones épicas.