EPÍLOGO

A veces todavía me despierto preguntándome si todo fue un sueño. Si de verdad ocurrió. Si ese chico pelirrojo de ojos verdes, el que solía ignorarme o dar respuestas frías, ahora duerme abrazado a mí los fines de semana, después de estudiar juntos o pasear por los lugares más simples pero llenos de significado.

La vida siguió. Terminamos el colegio. Carla fue expulsada, sí, y aunque muchos dijeron que lo merecía, yo decidí dejar atrás el rencor. No por ella, sino por mí. Aprendí que cargar con odio solo ocupa el espacio que ahora reservo para la paz.

Mel y Ricardo siguen juntos. Son esa clase de pareja que se miran y no necesitan decir nada. A veces, cuando los veo, recuerdo nuestros primeros días, cuando todo entre Damián y yo era duda, tensión, temor a sentir... y también esas miradas furtivas que hablaban más que mil palabras.

Damián.

Mi Damián.

A veces lo miro cuando él no se da cuenta y me maravilla pensar en cuánto lo amo. En cómo su presencia calma mi mente cuando todo se vuelve caótico. Él no "arregló" mi TOC, pero sí me abrazó en cada pensamiento repetitivo, me sostuvo la mano cada vez que el mundo me parecía sucio o incorrecto, me repitió una y otra vez: "No estás rota. Eres compleja. Y eso es hermoso."

Guardo aún todos los cuadernos donde escribí cada palabra, cada lágrima que nunca mostré. Hoy los leo y me sonrío: por la chica que era, por lo lejos que llegué. Por todo lo que sobreviví.

Ahora escribo más sobre amor. Amor hacia mí misma, hacia lo que soy. Amor hacia él. Amor hacia esta nueva vida que empieza cada día.

Damián y yo estamos juntos. No perfectos, pero reales. Nos peleamos por tonterías, nos reconciliamos con libros, con helado, con canciones que compartimos a medianoche. A veces, solo con mirarnos.

Un día me dijo:

—Tus ojos azules son mi lugar favorito.

Y entendí que, para alguien, yo también podía ser hogar.

No sé qué depara el futuro. Pero sí sé que, si es con él, puedo enfrentar lo que venga.
Y que entre su verde y mi azul, hay un universo que nos pertenece.