Modelo a seguir

El lunes 12 de mayo, a la hora del receso, Árnica, Elizabeth y Laura estaban platicando fuera del salón en el patio, cerca de los muros.

—Sigo sin entender —dijo Árnica confundida—. ¿Por qué pones a tu abuela como tu modelo a seguir?

Elizabeth hizo cara de fastidio.

—¿Qué no es obvio?, mi abuela tiene 90 años, yo 14 años, ella tiene mucha más experiencia en la vida que yo —contestó Elizabeth.

—Pero el contexto social en el que ella nació es muy diferente al actual —intervino Laura con el ceño fruncido—. No creo que todos los consejos que te de tu abuela sean correctos.

—¿Y qué si no todos los consejos que me da la abuela son correctos? Yo podría usar mi criterio para determinar qué consejo me serviría y cuál no —argumentó Elizabeth.

—¿Y cómo sabrías cuál consejo te conviene y cuál no? —cuestionó Árnica.

Elizabeth se quedó callada un momento.

—Es lo mismo con nuestros padres —dijo Elizabeth con mayor certeza—. Ustedes les piden consejos a sus padres, yo le pido consejos a mis padres —afirmó Elizabeth apuntándose a sí misma—. ¿O es que acaso estoy equivocada?

—No, no estás equivocada, yo le pido consejos a mis padres —aseguró Laura.

—Yo también —agregó Árnica.

—Ahí está, ustedes y yo le pedimos consejos a nuestros padres, y aún así no estamos seguras de si todos sus consejos son correctos, es lo mismo, yo le pido consejo a mi abuela para diferentes cosas que me pasan —dijo Elizabeth mientras movía las manos—. Y muchas tías y primas me han dicho que no le haga caso a ningún consejo de la abuela, pero créanme, varios de los consejos que me ha dado la abuela, me han ayudado.

—¿Y qué haces si un consejo que te dio la abuela no te convence? —preguntó Laura.

—Pues lo ignoro, así de simple —dijo Elizabeth con un tono de voz que enmarcaba lo que dijo como obvio.