EPÍLOGO – Donde la marea abraza la calma

Tres meses después

El mar seguía siendo el mismo.
Inmenso. Inquieto. Infinito.

Pero Neriah ya no lo miraba con miedo.
Lo sentía en su piel.
En su voz.
En su sangre.

La guerra había terminado, al menos por ahora.
El Círculo fue disuelto.
Los clanes se replegaron.
Y ella… eligió quedarse donde su corazón latía más fuerte.

En el mar.
Y con él.

Vivían en una casa construida entre las rocas, abierta al océano, protegida por barreras antiguas y canto silencioso.

Daryan había tardado semanas en volver a caminar sin ayuda.
Pero nunca perdió la costumbre de tocarla como si fuera un milagro que no merecía.

Esa mañana, él la miraba desde el marco de la puerta, mientras Neriah se bañaba entre las olas suaves.

—No me canso de verte así —susurró.

Ella sonrió.
—¿Como qué?

—Como la versión de ti que venció a todos.
Y aún así… eligió amar.

Se acercó.
La envolvió en una toalla.
Y la besó en la frente.

—¿Y tú? —preguntó ella—. ¿Te perdonaste?

—No del todo.
Pero cada vez que despierto contigo, el peso se siente menos.

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Thalassa y Lyrian – Mención

A la distancia, en un refugio secreto al norte, Thalassa y Lyrian entrenaban a híbridos y exiliados.
Habían decidido quedarse juntos, aunque ninguno lo admitiera en voz alta.

Cada carta que llegaba de ellos estaba llena de sarcasmo… y promesas no dichas.

Neriah las atesoraba.

Sabía que su historia… apenas comenzaba.

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Neriah –

Esa noche, sentada sobre una roca, escuchó su canto interior en silencio.

Recordó a su madre.
Recordó su despertar.
Recordó el miedo…
y la decisión de no huir.

Daryan se sentó a su lado.

—¿Pensando en todo lo que perdimos?

—No.
—Pensando en lo que ganamos.

Él la abrazó por la cintura.
Y por primera vez… sus almas estaban quietas.

—¿Crees que algún día el mundo deje de temerle a lo que no entiende? —preguntó él.

Ella lo miró.

—Tal vez.
Pero si no…
tenemos el mar.
Tenemos el uno al otro.
Y eso… también es un reino.

Se besaron bajo las estrellas.
Y el mar… los susurró de vuelta.

Todo vale la pena cuando dejas de huir.
Y aprendes a nadar en tu verdad.