Friné

Allí estaba Cleto abrazando y dándole copiosos besos a una joven, entre llanto y risas. Contemplamos la escena con extrañeza y curiosidad, con excepción de Owen, que imaginaba de qué se trataba todo aquello. Cuando se separaron y estuvieron más tranquilos, la muchacha se encontró con la mirada penetrante del Capitán y con una gran sonrisa corrió a su encuentro y lo besó apasionadamente en los labios; lo que provocó un murmullo y una que otra risita en los presentes, pero Leandra se había quedado muy seria.

—¿Quién será ella? —le susurró Philip a Lea.

—No lo sé, ni me interesa —contestó con sequedad.

—Qué gusto volver a verte —exclamó al separarse—. Sigues igual de guapo. —Entonces, la joven reparó en Leandra y puso una cara de susto fingido—. ¡Por los dioses! Te casaste y dejaste que te besara frente a tu mujer.

—¡No! —dijeron Leandra y Owen a un tiempo, lo que hizo reír a la extraña joven.

—No me he casado. Ella es Leandra, es hermana del Capitán Lysander y él es su amigo, Philip. Ella es Mnésareté, la hija de Cleto —los presentó.

Leandra cortésmente le tendió la mano y al hacerlo pudo ver un dije que se asomaba por el escote de su peplo y la joven al tomarla de la mano la apretó un poco y se quedó fija observando sus anillos.

—¡Eres tú! —dijeron a coro.

—Tú eres la mujer de los anillos sagrados.

—Y tú la mujer de la manzana de oro y la misma mujer que Philip y yo intentamos ayudar antes de la ceremonia —contestó Leandra.

—¿Qué sucede aquí? —preguntó Cleto confuso.

—Lo que no comprendo es que Atenea me dijo que buscara a una tal Friné.

—Así es como me llaman ahora.

—¡¿Qué estás diciendo?! —exclamó Cleto con el ceño fruncido, pues había investigado sobre la famosa Friné que tanto mencionaba la gente.

—Papá, es una larga historia; pero creo que tendré tiempo para contársela, ya que he tenido una visión de la gloriosa Atenea. Ella me pidió que los acompañe, y me alegro mucho de que lo hiciera, pues no me imaginaba que encontraría a mi familia. Así que vámonos, no hay tiempo que perder. —Y con este mismo ánimo se prepararon para marcharse rumbo a Lemnos.

El Vengador ya estaba en alta mar cuando el sol se asomó en el oriente y en el puente de mando el Capitán, Cleto, Philip y Leandra, estaban reunidos alrededor de la bella Mnésareté, la llamada Friné.

Esta muchacha estaba extasiada con todo a su alrededor. Se veía más joven que cuando Lea y Philip la vieron en las Panateneas, tal vez era debido a que no llevaba el mismo escandaloso maquillaje, si no uno sencillo. Su peplo era elegante, pero no en comparación con el que llevaba puesto antes y calzaba unas sandalias de cuero. Su pelo rizado caía por su espalda hasta donde terminaba ésta. A pesar de que no tenía tantos ajuares como antes, parecía una diosa.

Esta mujer tenía algo que la hacía sobresaltar y todos percibían la divinidad que la rodeaba; incluso el mismo Capitán estaba absorto, pues no era la misma Mnésareté que recordaba.

—Este barco sigue siendo igual de imponente —dijo Friné mientras se paseaba de aquí para allá con una gran sonrisa—. Cuántos recuerdos hermosos tengo de mi vida en alta mar. El viento chocando en mi cara, el olor del mar, las olas, las increíbles aventuras… ¡las extraño tanto! Estar aquí me llena de vida. ¿Aún conservan mi ropa de hombre y mi espada?

—Bueno, Leandra las necesitaba y se las regalé —le explicó Owen. Ella reparó en Lea y la miró de hito en hito.

—¡Es cierto! —Y le dio un rodeo—. ¡Estás preciosa! Te queda estupenda. Tuviste una buena idea, Owen.

—Hija mía. —Se le acercó Cleto y la tomó de la mano—. Vamos, cuéntanos qué ocurrió contigo cuando te fuiste. Estás tan cambiada, pareces diferente, no entiendo cómo es que te convertiste en lo que eres ahora. Explícame…

—Padre —dijo ella con un tono serio—, no estoy arrepentida de lo que soy ahora. Si esto no fuera designio de los dioses no lo habría hecho, pero ya lo he aceptado y desde ahí trato de ser mejor persona, como me enseñaste. Pero para que puedas entenderme tengo que contarte mi historia.