Oportunidad

Unos tres meses después de iniciar la búsqueda de una nueva oportunidad laboral, la nueva oportunidad llegó, pero no se dio gracias a los contactos de mi compañera, sino a las múltiples postulaciones que había realizado a través de diversas páginas web de empleo. Fue un momento agridulce, porque sentí paz y a la vez tristeza.
    
Durante un tiempo considerable había formado parte de un maravilloso grupo de trabajo. Todos esos momentos compartidos y logros alcanzados habían quedado atrás,  todo debido a la confesión de mis sentimientos. Algunas veces, me cuestioné si las cosas hubieran podido ser diferentes si hubiera guardado esos sentimientos para mí.

Esa mañana preparé mi carta de renuncia, indicando que ese sería mi último día en la empresa. Con la carta en mano, me dirigí hacia la oficina de mi jefe. Al compartir mi decisión con él, su rostro no reflejó sorpresa. Sus palabras fueron: "sabía que este momento llegaría y comprendo muy bien por qué".

Mis compañeros de trabajo y jefe me invitaron a almorzar como despedida, su esposo con quien solo hablábamos de temas laborales se unió al almuerzo. Fue un almuerzo agradable, donde recordamos momentos bonitos e importantes que compartimos como colegas.

Entregué las actividades que hasta ese momento habían sido mi responsabilidad. Mi compañera estaba muy emocionada por mi nueva oportunidad, pero también se sentía triste porque ya no seriamos compañeras de trabajo.

En la tarde cuando se acabó la jornada laboral, me acerque al cubículo de cada uno de mis compañeros y jefe para despedirme de ellos uno a uno. La tensión era palpable cuando me acerque al cubículo de él. Sin embargo, en ese momento simplemente estrechamos nuestras manos y nos deseamos lo mejor.

Era el cierre de un capítulo en mi vida laboral, pero también el inicio de una nueva etapa llena de sorpresas y oportunidades. Con un nudo en la garganta y un corazón lleno de gratitud, me dirigí hacia la salida de la empresa, lista para enfrentar lo que el futuro tenía reservado para mí.