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—¿De verdad estás bien? Fue una caída dura, ¿no te has lastimado?

Gulf trató de calmarse. No había sido la caída lo que lo había dejado así con el corazón hecho un loco en su pecho. Sintió que no era capaz de hablar así que solo atinó a mover la cabeza negativamente.

— A propósito, soy Mew...

A Gulf ese nombre le sonó a música.

—Soy Gulf...— respondió.

—Mucho gusto, Gulf.

A Gulf le sorprendió que Mew pudiera entender lo que había balbuceado. La mirada de Mew era tan intensa que Gulf tuvo que hacer un esfuerzo para dejar de mirarlo.

Buscó concentrarse en algo para tranquilizarse. Se habían sentado a orillas del río que ahora discurría algo violento, igual que el pecho de Gulf que subía y bajaba agitado. Gulf respiró profundo pero no sirvió.

Para no mirar a Mew depositó sus ojos inconscientemente en sus dibujos empapados, con los colores disolviéndose y las gotas de agua desfigurando cada trazo. Al ver aquello, sintió una punzada de dolor en su corazón y comenzó a llorar.

Se tapó la cara con manos temblorosas por la vergüenza y pese al dolor que lo embargaba, un dulce calor en su pecho comenzó a invadirlo, cuando sintió los brazos de Mew envolviéndolo y cobijándolo en su propio pecho conmovido...