EPILOGO

Ella se había despertado teniendo un sabor dulzón en la boca con un dolor de cabeza extraño, como si flotara en lugar de pesar y se sintió envuelta en un montón de capas de ropa antes de levantar algún miembro de su cuerpo.

Estaba en un cuarto blanco, muy blanco y tenía una cosa en el cuarto con ella que hacia sonidos contantes, pero entonces busco en sus memorias por qué estaba en ese lugar, y quien era, pero no encontró nada.

Eso la asusto cuando busco aún más y la única certeza que tuvo fue que se llamaba Aglae pero no debía decírselo a nadie lo que era extraño, sino simplemente Lae y cuando pronuncio su nombre completo se dio con la sorpresa que le gustaba.

– Soy Aglae – había murmurado sintiéndose extraña de oír su voz – Lae – se corrigió.

– Hola cariño, que bueno que despiertas – apareció una mujer y Lae la observo con desconfianza.

¿Quién era? ¿Qué quería? ¿Por qué vestía de blanco?

Pero no pudo dejar de verla como si nunca hubiese visto a nadie así.

Era asombrosamente, fea. Si, Aglae pensaba que era fea pero no entendía la palabra y busco algo en sus orejas redondas sin saber que buscar.

La mujer era gorda con un lunar enorme en la cara pero por su sonrisa Lae sonrió también y entonces no le importo que apariencia tenía aquella mujer.

Una bestia podía ser ella pero le había sonreído y por eso no podía ser mala.

– Mi nombre es Lara, cariño, y tus estas en el hospital Central. Dime, ¿recuerdas algo?

Paso un segundo, quiza dos pero cuando ella dejo de sonreir para responder, sintiendose orgullosa como una pequeña niña, respondio sin contratiempos.

– Mi nombre es Lae – le dijo y la mujer asintió con la cabeza sonriendo.

– ¿Algo más? – pero Lae negó.

Más tarde le habían dicho que tenía amnesia y cuando se lo dijeron aparecieron dos hombres, dos bellos hombres quienes le dieron escalofríos pero una increíble certeza de confianza.

Él se llamaba Nad y el otro Lev, y ambos eran su único apoyo. Ambos eran sus amigos.