Carta 10: Regalos bajo el arbol

Fecha: 17 de diciembre de 2017
Lugar: Casa de mi abuelo, Calle de los Pinos #12, Santa Clara

Querido Dios,
Hoy recordé otra Navidad de mi infancia, cuando mi abuelo y yo nos sentamos frente al árbol para abrir los regalos. La sala estaba iluminada por las luces cálidas del árbol, y el aroma de las galletas y el chocolate caliente llenaba el aire. Cada paquete tenía su toque especial: él siempre sabía escoger algo que me hiciera sonreír, aunque fuera algo sencillo.

Me enseñaba a desenvolver los regalos con cuidado, a apreciar lo que estaba dentro y, sobre todo, a valorar el gesto más que la cosa en sí. Su risa y sus palabras llenaban cada rincón de la casa, y yo sentía que nada en el mundo podía romper la seguridad que me daba estar a su lado.

Dios, pensar que pronto podría perderlo me duele tanto que casi me falta el aire. Cada regalo, cada abrazo, cada sonrisa compartida bajo ese árbol se siente ahora más frágil, como si pudiera desaparecer en un instante. La idea de que estas tradiciones, que siempre fueron mi refugio y alegría, puedan volverse recuerdos lejanos me llena de miedo.

Por eso te escribo, Señor. Por favor, no te lo lleves todavía. Permítele quedarse para que podamos abrir regalos juntos otra Navidad, reírnos de mis torpezas y disfrutar de su compañía. Que su presencia siga llenando mi corazón y la casa, que sus manos sigan guiando las mías y que su voz siga siendo el hilo que une todas mis memorias felices.

Hoy comprendo que los momentos más simples son los más valiosos, y que cada Navidad con él es un regalo que no quiero dar por perdido. Te suplico, Dios, quédate con él, quédate con nosotros, aunque solo sea por un instante más. Déjame sentir su abrazo una vez más, escuchar su risa y compartir otra vez la magia de estar juntos.

Siempre tuyo,
Carlos