Carta 14: Juegos entre risas

Fecha: 21 de diciembre de 2017
Lugar: Casa de mi abuelo, Calle de los Pinos #12, Santa Clara

Querido Dios,
Hoy recordé aquella tarde de Navidad cuando mi abuelo y yo jugamos a encontrar el mejor escondite en la casa. La sala estaba iluminada por las luces del árbol y el reflejo de la chimenea dibujaba sombras danzantes en las paredes. Yo, pequeño y travieso, corría de un lado a otro mientras él fingía no verme, y su risa profunda llenaba cada rincón del hogar.

Cada vez que me encontraba, me abrazaba con fuerza, como si en ese instante quisiera enseñarme que la vida también es un juego: que las pequeñas victorias y las risas compartidas son las cosas que realmente importan. Sentí que, mientras jugaba con él, nada en el mundo podía romper la seguridad y el amor que siempre me brindó.

Dios, pensar que pronto podría perder estos momentos me duele profundamente. Cada carcajada, cada gesto de complicidad, cada abrazo se siente ahora frágil, como si pudiera desaparecer en un instante. La idea de que estos recuerdos felices se vuelvan solo memorias lejanas me llena de miedo y tristeza.

Te escribo, Señor, suplicando que no te lo lleves todavía. Permítele quedarse para que podamos jugar otra vez, reírnos de nuestras torpezas y disfrutar de la magia que solo él sabe dar. Que su presencia siga iluminando mi corazón y la casa, que su risa siga siendo el hilo que une todas mis memorias felices, y que sus abrazos sigan siendo mi refugio en este mundo que a veces parece demasiado grande.

Sé que tu tiempo es perfecto, y que tus caminos son misteriosos, pero te suplico, por favor, deja que todavía podamos compartir momentos como este, aunque solo sea uno más. Quédate con él, Dios, quédate con nosotros, y permite que estas risas sigan siendo un regalo que nunca olvidaré.

Siempre tuyo,
Carlos