XII. LA FÁBRICA DE HUMANOS.

Nos enseñan que la sociedad es una maquinaria perfecta, que cada engranaje tiene un propósito, que todos encajamos en el gran esquema de la civilización. Pero esa maquinaria no es más que una fábrica de humanos de serie, donde cada pieza se ajusta a la fuerza, donde cada alma es moldeada según los estándares impuestos por los que ya están sentados en el trono de la mentira. No somos libres, somos productos en una cadena de montaje que nunca deja de girar. Nos dicen que somos individuos, que tenemos la capacidad de elegir, pero esas elecciones son solo el eco de las voces que ya fueron silenciadas. Nos venden la ilusión de la libertad, pero esa libertad no es más que un contrato en letras pequeñas, una trampa que nos obliga a seguir el mismo camino que todos los demás. ¿Elegir entre qué? ¿Entre ser esclavos del sistema o ser mártires de nuestra propia rebeldía? La máquina que nos produce no entiende de sueños, no entiende de libertad, no entiende de humanidad. Nos enseña a ser dóciles, a conformarnos con lo que nos dan, a pensar que tenemos todo lo que necesitamos cuando en realidad estamos vacíos por dentro. Nos enseñan a callar, a seguir, a ser buenos ciudadanos, y cuando caemos en la trampa, nos dicen que nos hemos "adaptado". Pero no somos máquinas. No somos engranajes ni piezas. Somos carne y hueso, somos pensamientos y caos, somos la rebelión que se esconde en cada mirada vacía. Somos los residuos de una sociedad que no sabe cómo detenerse, una sociedad que está condenada a devorarse a sí misma mientras nos obliga a consumir el veneno de la conformidad. La fábrica sigue produciendo. Y nosotros, que nos creemos libres, simplemente seguimos siendo parte de la línea de ensamblaje.