❤ PRÓLOGO ❤

“La soledad era fría, es cierto; pero también era tranquila, maravillosamente tranquila y grande, como el tranquilo espacio frío en el que se mueven las estrellas”.

—Hermann Hesse.

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Aunque ya hubieran pasado varios años el recuerdo de aquel día en particular me persigue y me atormenta. Me destruye, y como si fuera un huracán, arrasa con todo lo que intento construir. Eso me volvió la persona que soy hoy en día: cobarde, temerosa, e incapaz de interactuar con el resto de personas con naturalidad.

La niña risueña, extrovertida, cuya meta en la vida era ser cantante simplemente desapareció.

Hay una voz en mi cabeza que me dice que resaltar está mal, que desear brillar es egoísta. Y, cuando estoy frente a otros, esa voz grita tan fuerte que me paraliza.

Aprendí a encerrarme en mi misma, levanté muchas murallas a mi alrededor para evitar que me volvieran a lastimar. Impedí que las demás personas vieran quien era realmente, y aunque amara aquella sensación de seguridad que el silencio me proporcionó, extrañaba a la Zoey que ese día se esfumó.