Watanabe Chan

La ex de Raúl

Capítulo 27

—¿Qué novia, Raúl Sánchez? —volvió a gritar su madre, pero esta vez la tenía pegada a la oreja directamente. 

—Mamá… —le suplicó. No quería que lo avergonzara delante de toda aquella gente. 

Por fortuna, sus hermanas vinieron corriendo a salvarlo y se metieron entre su madre y él, salvaguardándolo del cate que parecía que doña Margarita estaba dispuesta a soltarle por no haberle hablado de que tenía novia. ¡Ella no podía ser la última en enterarse!, le espetó enfadada.

—Ma, ya cálmate —dijo Alexa y la sujetó del brazo suavemente—. Ellos ya no están,   así que imagino que esa pelandrusca lo que quiere es formarle un escándalo a tu hijo.

—¿Cuándo pasó todo eso y yo no me enteré da nada? —preguntó perpleja Rous. Tenía los ojos como platos y miraba a sus hermanos alternativamente, esperando una explicación.

—Después te cuento todo —dijo Alexa, dirigiéndose tanto a ella como a su mamá. 

—Voy a salir a ver que quiere esa mujer —murmuró el chico por lo bajo.

Lo menos que quería era verse en una mala situación frente a todos sus compañeros de trabajo. Iría a arreglar este asunto de una buena vez. Respiró y se encaminó, detrás del guardaespaldas que lo guiaba, hacia la entrada, sin percatarse de que las tres mujeres lo seguían de cerca. No se iban a perder esto por nada del mundo.

—Aquí estás, por fin, mi amor. ¿Puedes creer que estos malditos no me han dejado entrar desde que llegué? —Raúl la miraba sin poder creer que esa mujer de verdad estuviera actuando así. 

—Sabes perfectamente que tú y yo no tenemos nada. He roto contigo y por supuesto que no tienes ningún derecho a estar aquí —expresó con calma.

—Amor, no digas tonterías. Yo sé que cometí un pequeño error, pero te prometo que solo te amo a ti y eso no vuelve a pasar nunca más. Solo dame…

—No me importa lo que tú digas. No quiero nada contigo. Acéptalo de una vez

Esta vez el tono fue verdaderamente firme, incluso habló un poco más alto de lo normal para que le quedara totalmente claro. Ya había visto la clase de mujer que era y aunque su tonto corazón aún se estremecía al verla, nunca volvería con ella. No quería estar con alguien tan deleznable como ella. Sus hermanas y su madre miraban la escena un poco por detrás y suspiraron aliviadas al ver que el chico lo estaba manejando bien. Los guardaespaldas, por otro lado, giraban la cabeza para permitir cierta intimidad a esa conversación que era bastante incómoda para ellos. La mujer se quedó callada, así que Raúl entendió que no había más que decir y se giró para marcharse. Y entonces su familia, gritó a una.

—¡CUIDADO!

Demasiado tarde. La cabeza de Raúl empezó a sangrar tras recibir un golpe que lo hizo tambalear y casi caer al suelo. La intervención del jefe de seguridad de Ran fue el que impidió que el chico se cayera redondo, pues casi pierde el conocimiento con el impacto. Aquella mujer le había lanzado una especie de bloque que encontró a un lado de la puerta y fue tan rápida que nadie pudo detenerla.

—¡Te voy a hacer la vida, un culo, maldito, imbécil! ¿Quién te has creído que eres para despreciarme? Tú que no eres más que un friki y un nerdo. ¿Sabes como te llaman todos en la oficina? ¿Y como serien de ti a tus espaldas?

Agitaba las manos desaforada y totalmente perdida en su momento de maldad, y aún buscaba a los lados algo más que tirarle al chico, para rematarlo. Pero mucho no le duró su momento de gloria cuando una bofetada a mano abierta la lanzó al piso de una. Volvió a levantarse y recibió otra y otra y otra. No sabía ya ni de donde le llegaban las cachetadas y cuando pudo mirar a quien la estaba disciplinado de tal manera, no se lo podía creer. Esa mujer no medía más que ella. Iba con un vestido de fiesta encorsetada y enjoyada y el único signo que revelaba su mal genio era un mechón de cabellos que se le había salido del sitio. 

Lo que decía la pequeña Rous mientras abofeteaba a aquella descarada que se había atrevido a maltratar a su hermano, era irrepetible en japonés. Y los presentes que entendían español estaban todos colorados, pues esa boquita estaba soltando improperios que difícilmente se oían fuera de los barrios más bajos de cualquier ciudad de España. Su madre la miraba asombrada, no ya de la golpiza que le estaba dando a la sinvergüenza aquella, sino de lo que decía mientras le daba.

Mientras, doña Margarita socorría a su hijo, ayudada del guardaespaldas, y Alexa sostenía el bolsito de Chanel de su hermana con cuidado de que no se le manchara con la sangre que salía de la nariz y la boca de la ex de su hermano. Cuando Rous se cansó, la ayudó a recomponerse y se agachó al lado de la miserable mujer.

—Y ahora vas y nos denuncias...

Esto se lo dijo sujetándola del pelo y tirando su cabeza hacia atrás para que le viera bien la cara. Alexa, de normal tranquila y sosegada, se había transformado en una Gorgona. Con la cara deformada por la ira se le acercó bien y dándole igual que la otra no entendiera su idioma, la siguió amenazando.

—Que te quede claro que te has metido con las personas equivocadas. Si yo fuera tú me pensaría bastante seguir en esta ciudad, porque en cuanto hable con el CEO Masaharu, en esta isla no te va a quedar sitio en el que vivir, ni empresa en la que trabajar como no sea en el barrio rojo, ¿entendiste? —La mujer miró a un guardaespaldas para que le tradujera, aunque el mensaje se entendió perfectamente incluso sin palabras. 

Alex se levantó y se limpió las manos como si hubiera tocado algo asqueroso. Tomó a su hermana del codo para meterla de nuevo al hotel, porque vio que se estaba quedando con ganas de seguir dándole y no quería que la matara. Se fueron las dos como reinas ante la mirada impresionada y casi temerosa de los hombres que cuidaban la puerta y que no habían visto nunca cosa igual. No estaban acostumbrados a mujeres así de fuertes a pesar de ser tan pequeñas de tamaño. Ellas sonreían a todos con cara de ángel, como si medio minuto antes no hubieran estado pegando y amenazando a aquella chica como dos mafiosas. 




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